AUTONOMÍA (parte I)

Golfredo Dávila / Ingeniero / Político / @golfredodavila

 

La intromisión hegemónica del actual régimen y su obsesión por el control total, son agobiantes y al mismo tiempo búmeran. La propaganda avasallante, tratar a los seres humanos como objetos y no sujetos de derecho y justicia, el irrespeto, el insulto y castigar a quienes se oponen al amaestramiento que imponen, son conductas propias de la barbarie que fenecerán.

 

La sociedad desde la antigüedad se ha organizado y creó el Estado como el instrumento que regula las relaciones entre sus componentes. El Estado por su parte ha evolucionado en el transcurrir de los tiempos, pero sigue siendo un aparato que domina a la sociedad. Ésta afortunadamente ha creado sus contrapesos, siendo el más importante su autonomía organizacional y política.

 

Autonomía viene del griego auto, «uno mismo», y nomos, «norma», procede de la filosofía y la psicología y expresa la capacidad para darse reglas a uno mismo o tomar decisiones sin intervención ni influencia externa. Es también la capacidad que tiene el individuo, comunidad o pueblo de autogobernarse, o de ciertos entes territoriales para regirse con órganos y normas propias en el marco constitucional. Es un término vinculado a los conceptos de democracia y libertad.

 

Desde diversos ámbitos del poder, siempre se ha mirado con recelo las ideas autonomistas y desde allí se esgrime, por ejemplo; que la autonomía de estados y municipios, desdibuja y hace débil a la nación, muy a pesar que la Constitución Nacional dice que somos una República federal y descentralizada. Alegan que la descentralización y la desconcentración del poder, inducen a la fractura, dispersión e incoherencia del país, que se requiere una fuerte y única voz ante cualquier poder imperial; algunos no delegan y frenan procesos democratizadores aduciendo que generan anarquía e ingobernabilidad y están los que subestiman y/o desconfían de las capacidades del otro, sea este, un individuo, un colectivo, un municipio o un estado. Detrás de ello se esconde su apego por el poder absoluto.

 

En nuestro país la autonomía fue echada al olvido, el régimen la suprimió del discurso, de los textos y leyes, le huyen, le tienen temor. Lo cual es coherente con su naturaleza autoritaria y con el concepto fascista de que la sociedad forma parte del cuerpo y el espíritu del Estado. Pues a la sociedad no le queda una pizca de autonomía, a excepción de algunas universidades y parte del sector privado, que todavía acarician ciertos vestigios de ella. Pero lo más triste, paradójico y complejo de nuestra realidad, es que mientras el Estado controla y atosiga con tanta ferocidad a la sociedad decente y busca su rendición, el pillaje, el malandrismo y el narcotráfico andan a sus anchas y con suficiente autonomía, al punto que las instituciones formales le rinden pleitesía a las mafias.

 

La realidad impone un diálogo al interior de la sociedad, que conecte lo relacionado a su visión frente a un Estado sin rumbo, el enfrentamiento a la crisis y un proyecto de cambio.

 

DC/Ing. Golfredo Dávila / @golfredodavila

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