«¡La vida está dura!» es una de las frases más comunes hoy en las calles de Venezuela. La crisis económica que ahoga al país ha llevado a muchas personas a obtener ingresos con oficios pocos convencionales y hasta considerados tabú dentro de una sociedad tan conservadora.
A las 8 a.m. comienza la faena de Miguel, un joven de 28 años, quien se desempeña en un cargo medio dentro de una cadena de farmacias durante la semana, a excepción de los días que dedica a su otra fuente de ingreso, el “prepago”, la modalidad de prostitución donde “primero se paga y después se cumple”, como él mismo explicó.
Relató que su inicio en este estilo de vida comenzó después de que una expareja suya, que se dedicaba a ese oficio, le mostró lo lucrativo del negocio que en ese momento, confesó, desconocía totalmente. “A veces es complicado, pero el final termina siendo parte de tu vida. Todo lo que te brinde comodidad y sobre todo soporte económico es importante”, comentó.
Tras ocho años dedicados al mundo del «prepago», Miguel lo asume con naturalidad pues -aseguró- que mucho de lo que ha logrado hasta ahora ha sido gracias a eso debido a la crisis que golpea a Venezuela. En su currículum, aparte de «brindar placer como trabajo», también suma dos carreras universitarias, Técnico en Informática e Ingeniería Civil, cursadas en una universidad privada venezolana donde, afirma, también se ha topado con hombres y mujeres que han decidido lanzarse al «prepago» para “subsistir”.
A eso le agrega que durante los últimos años son más los hombres jóvenes que se han sumado al oficio mediante agencias que anuncian en portales de internet, donde él mismo ha tenido su espacio pues tars la figura de los llamados streapers y gogo-dancers se esconde la prostitución masculina.
“El medio se presta para conocer a muchas personas ligadas a la prostitución: desde figuras públicas que contratan ‘prepagos’ para todo un fin de semana, hasta líderes de las prisiones [conocidos localmente como ‘pranes’], que organizan fiestas en esos lugares. Así se llega a muchos clientes que al final terminan ayudándote con favores no sexuales. Unos me han ayudado con empleos, trámites legales, consultas médicas y hasta servicios odontológicos”, relató.
El precio del placer
Miguel ofrece diferentes tarifas, siempre dependiendo del servicio. Dentro de su lista de clientes hay mujeres, hombres y parejas heterosexuales, “que muchas veces quieren probar con un tercero y se convierten en fijos”, explicó. Los precios varían, 3.000 bolívares (470 dólares) por hora, y entre 4.300 y 4.500 bolívares (de 680 a 720 dólares) por parejas. Si se trata de un fin de semana completo, el ingreso es doble más los gastos de traslado en el país o al exterior.
Para Miguel, un día de “trabajo” fuera de la farmacia empieza con una llamada del cliente. Afirmó que en la conversación se acuerda el sitio, las horas, y los servicios, y se hace énfasis en que el contratante es quien se encarga de pagar el hotel y el traslado si el servicio es fuera de su ciudad de residencia.
Confesó que no busca el placer y que la rutina es parte de este oficio. “Cuando se han visto tantos cuerpos las perspectivas cambian, el sexo es diferente, metódico, pensado. A estas alturas mi capacidad de asombro es mínima, ya todo es normal”.
Aseguró que gracias a su trabajo, vive con comodidad. No obstante, reconoció que ha pensado en abandonar el estilo de vida pero la realidad lo detiene. “No creo que un venezolano sobreviva con un sueldo mínimo mensual [670 dólares] que es lo que yo gano tan sólo en una hora, por eso es difícil dejar algo que te ayuda tanto a sobrevivir”.
Sobre sus perspectivas a largo plazo no tiene nada claro: “Ahora no planifico el futuro porque estoy lidiando con el presente”, que describió como la obligación de mantener un buen porte y condiciones físicas que sean del gusto de sus clientes, junto a una presencia impecable. “Mientras le pueda sacar provecho a mi cuerpo, siempre tendré la opción de ser un ‘prepago’ y tener ese ingreso que me ayuda a vivir. Puedo decir que ya aprendí a planificarme, organizarme y ahorrar porque el futuro es incierto”.
Diario Las Américas/DC