El pastor Camejo atendía a la población necesitada e iglesias evangélicas que se encuentran dentro del recinto penitenciario, se encontraba en ese momento en Uribana junto al pastor Ramón Castillo y cuatro hermanos más, en respuesta a una petición de la población interna quienes les solicitaron servir de garantes y de colaborar en una requisa pacífica, junto a otros entes del Estado.
El CEV, en respaldo a la Pastoral Evangélica Penitenciaria, solicita ante las autoridades del país la apertura de una investigación imparcial y exhaustiva que establezca cada una de las responsabilidades a las que hubiera lugar. «La muerte del Pastor Camejo, así como el resto de las sucedidas en ese fatídico día, no puede ser vista con superficialidad. Hay un hecho innegable y es que se perdieron vidas humanas, seres que merecían ser tratados con dignidad, porque fueron hechos a la imagen y semejanza de Dios», dice el comunicado firmado por el pastor César Mermejo, director ejecutivo del CEV.
«Desde el CEV vemos con preocupación lo complejo del tema penitenciario y coincidimos en que al tratamiento político del asunto, se debe sumar la experiencia de las organizaciones no gubernamentales que trabajan en la materia. Desde la Pastoral Evangélica Penitenciaria tenemos una trayectoria en este sentido y estamos y seguiremos a la orden para prestar ayuda a tantos que requieren de una mano amiga y desinteresada en condiciones tan especiales».
Agradecen al Ministerio del Poder Popular de los Servicios Penitenciarios por el reconocimiento a la labor de los pastores penitenciarios, «sin embargo es menester que tales palabras se traduzcan en acciones concretas que faciliten la tarea de la pastoral y eliminen las trabas que limiten el trabajo diario».
Mermejo señaló que el pastor Camejo falleció en el cumplimiento de su ministerio, tenía 54 años de edad de los cuales los últimos 25 estaba dedicado al voluntariado penitenciario. «Testificaba que Dios lo había rescatado de la mala vida que llevó en su juventud, y estaba dotado con la gracia de llegar al corazón de los internos a través de su testimonio de fe y su ejemplo, ya que también había estado en una cárcel».
«Sabemos que su muerte no fue inútil, ya que dio su vida tratando de rescatar a los internos heridos. Seguro estamos que con manos levantadas oró al Señor hasta el final. Este siervo supo llevar en su cuerpo las marcas de nuestro Señor y labrar para este capítulo de la historia de la Pastoral Evangélica Penitenciaria un testimonio de amor y compromiso a favor de los que viven tras las rejas», dijo Mermejo.
DC