Los gobiernos de América Latina se debaten entre el populismo de izquierda y el populismo de derecha que al final es el mismo populismo. Ese que tiene asfixiada a las administraciones públicas, en donde cada Presidente, gobernador, alcalde, ministro, funcionario público de alto nivel, están convencidos de que con el dinero público que administran pueden hacer proselitismo político, corrupción, otorgar contratos a dedo, violar los controles previos, utilizar partidas económicas a su antojo, regalar lo que no es suyo, enriquecerse, no rendir cuentas, beneficiar a familiares dándole paso al creciente nepotismo, lo cual ha traído como resultado que se utilicen los recursos de todos, en un grupo reducido de personas.
La lucha para erradicar la pobreza es un lema que llevan tanto los de izquierda como los de derecha, claro quién se podría oponer a erradicar la pobreza, pero para lograrlo no se requiere de populismo, es necesario activar el aparato productivo, apoyando a la empresa privada para lograr tener una economía sólida que permita generar empleo en gran escala, disminuir la inflación, elevar el poder adquisitivo del ciudadano, bajar las tasas de interés para créditos e incrementar las tasas de interés para los ahorros, disminuyendo la burocracia y haciendo más eficiente la administración pública. El populismo da paso a fabricar chulos que se acostumbran a vivir de becas, asignaciones por programas sociales, que le regalen la vivienda, la salud, la educación, la comida, que le den créditos de la banca pública a bajo interés para nunca pagarlos, que hagan empresas de maletín para no responder. El chulo es muy bueno haciendo lo que hace, inclusive es capaz de reclamar porque se le exige trabajar.
En Venezuela, ni la cuarta república ni la quinta república se han escapado del exceso de burocracia, contratos del Estado, alto populismo, impunidad y el manejo de la política por medio de mucho poder carente de autoridad. Muchos de los gobernantes una vez elegidos se transforman y empiezan a sentir la aproximación de una inmensa cantidad de chulos, los propios y los heredados. Todo ello, disminuye la capacidad del Estado en las inversiones de: infraestructura, servicios públicos, hospitales, universidades, liceos, escuelas, autopistas, puentes, aeropuertos, puertos, equipos de seguridad y salvamento, viviendas, transporte terrestre, marítimo, aéreo, inversión agrícola, pecuaria, marítima, lo cual generaría desarrollo, activaría el aparato productivo y disminuirá a los chulos, la mayor amenaza de un chulo es el trabajo. El chulo está presente en todas partes inclusive en la familia y la iglesia. Se debe comprender que para muchos, los chulos son la excusa para ganar sin competir, para enriquecerse sin invertir, para hacer política. La sociedad reclama cambios, pero para lograrlos se debe empezar por cambiar la manera de participar en política, al igual que la manera en la que eligen a quienes serán gobernantes y legisladores, en cómo comportarse para evitar sobornar y ser sobornado. Mientras el populismo, la ineficiencia, ineficacia, nepotismo, sigan creciendo, la sociedad de chulos se consolidará aún más. “No es la política la que hace a un candidato convertirse en ladrón, es tu voto el que hace a un ladrón convertirse en político” Todage.
DC / S.H. Jesús Castillo Molleda (Profesor Universitario, Politólogo, Coach Político, Locutor) / Jcastillo@fundacionzuliaproductivo.com / @castillomolleda