El magnicidio, mejor dicho la manipulación de presuntos magnicidios, es vieja arma utilizada por gobernantes, generalmente autoritarios y dictatoriales, bien para imputar a adversarios políticos, bien para distraer la atención pública de dificultades o escándalos.
A la diputada María Corina Machado se le imputa ahora y se le pretende enjuiciar por magnicidio, cuando en realidad contra ella se cometió un diputadocidio; inconstitucionalmente se le arrebató su investidura, pero no satisfechos con eso -porque María Corina no se detuvo- pretenden ahora amedrentarla con la cárcel y, probablemente muy pronto, si no la ponen presa, impedirle legalmente la salida del país, para que no siga llevando al mundo su testimonio sobre los horrores del régimen decadente.
Confieso no recordar cuántos fueron los supuestos intentos de magnicidios perpetrados contra Hugo Chávez, por cierto sin que jamás se hubiese concretado acción válida contra nadie. Lo que si no olvido es que quiso atribuírsele el cáncer que lo condujo a la muerte en diciembre de 2012 (hecha pública en marzo de 2013) a inoculación de la enfermedad por parte del imperialismo y la derecha. Puro cuento, petardos y más petardos para intentar radicalizar a los suyos en contra de la alternativa democrática.
Con el cuento del magnicidio Nicolás juega al pobrecito, busca tapar la crisis brutal que nos agobia y procurarse una mayoría de dos tercios en la Asamblea Nacional, a partir de disminuir el número de opositores. Procura, igualmente, unificar a la gente vinculada al proceso comunista en marcha, la que en su inmensa mayoría hoy reprocha a Nicolás sus desaciertos y torpezas, sus movimientos de elefante dentro de cristalería.
Una ventaja adicional de los supuestos magnicidios es intentar desviar la atención de la tragedia actual del venezolano, la inflación que se traga todos los ingresos, y el “no hay” que frustra toda esperanza. Nicolás necesita desviar la atención en el intento de frenar la revuelta popular que se avecina, en reclamo de lo fundamental: que haya alimentos en los abastos, medicamentos en las farmacias y salud y vida en los hospitales.
El diputadocidio, como bien sabemos todos, no es solo contra María Corina, a quien ya se le sacó a empujones inconstitucionales de la A.N., sino igualmente contra Juan Carlos Caldera, quien entendió debió optar por la renuncia a la representación popular, o contra Richard Mardo, diputado y líder de Aragua, a quien de un solo zarpazo le arrebataron su condición de diputado, como igualmente pretende hacerse contra Ismael García, a quien tienen en tres y dos o contra la silenciada María Mercedes Aranguren (Monagas). También están anunciando la salsa contra Deyalitza Aray (Carabobo); Ángel Medina (Miranda); Eliézer Sirit (Falcón); Juan García (Monagas); José González (Guárico); Leomagno Flores (Táchira); William Dávila (Mérida); Gregorio Graterol (Falcón); José Gregorio Contreras (Sucre), Luis Barragán (suplente de Richard Mardo) y Américo de Grazia, (Bolívar).
Ninguno de ellos ha cometido delito alguno. La Fiscal, presta a los antojos del régimen, acusa conforme se le pide para restar votos en el otro campo, en intento de obtener los números necesarios para actuar en la Asamblea con la mayoría calificada de dos tercios de sus integrantes y, entre otras tropelías, elegir a sus anchas las altas autoridades.
Operó el diputadocidio contra Mardo y María Corina, y no pasó nada, las calles no conocieron de protesta popular. No podemos permitir que la misma apatía opere frente al asesinato moral y jurídico al que pretenden contra la misma María Corina, mi diputada, por quien voté en El Hatillo, donde sumamos más del 80 % de los sufragios para ella. La calle nos espera. El que ahora sea diciembre no debe detenernos, también es bueno el mes próximo, recuérdese el 23 de enero, cuando comenzaba a correr el año 1958. No más farsa, no más magnicidios de mampostería, ni diputadocidios reales. De frente contra el atropello y por la libertad.
DC / PACIANO PADRÓN / pacianopadron@gmail.com / @padronpaciano