Es común escuchar en las colas de los supermercados, los bancos, etc. que la situación en el país está muy mal y sin ninguna expectativa positiva que las cosas vayan a cambiar en el futuro y al momento de buscar responsables directos salen a relucir los actores políticos y gubernamentales que dirigen la nación, dada su incapacidad para manejar la crisis económica, política y social que atraviesa el país.
La situación se agrava más cuando la misma decepción se traslada a los factores que representan la oposición al gobierno, al no lograr atinar una estrategia acertada que les permita capitalizar la confianza de la gente, ya que se presentan altamente divididos, incoherentes, desarticulados y con ausentes espacios de apertura ante la democracia interna de sus propias organizaciones políticas, prevaleciendo la autocracia, el nepotismo y los intereses particulares de los caudillos partidistas.
El gobierno ante una oposición carente de propuestas y alternativas, ha ido a la ofensiva argumentando una guerra y sabotaje económico, caracterizada por el remarcaje, la especulación, los precios inflados y la arremetida de la burguesía, conllevándolo a aprobar una serie de leyes habilitantes que persiguen establecer mecanismos para desarrollar zonas económicas especiales, atraer a inversionistas extranjeros, propiciar créditos para el sector turismo, establecer impuestos suntuarios, pero a la vez persiguen, sancionar, confiscar e implementar controles y fiscalización con el poder del Estado.
Ante este escenario persiste una población altamente desesperanzada, con un lenguaje muy negativo que señala su desconfianza y su decepción por la clase política que gobierna y aspira gobernar; su propósito se centra en buscar oportunidades de emigrar, para mejorar su calidad de vida, explorar nuevos horizontes, superar la inconformidad y la incertidumbre ante la grave situación económica y de inseguridad que atraviesa el país.
Ciertamente se torna muy difícil convencer a quienes han optado por irse que mantengan las esperanzas en un país donde los escenarios no son nada positivos, nuestra economía es catalogada como peligrosa, con un riesgo país entre los más alto del mundo, lo que representará una merma de las inversiones extranjeras, más desempleo y una depresión prolongada; asunto que si no se toman los correctivos a tiempo, se avecina una macro devaluación, mayor intranquilidad política, conflicto social, es decir la amplificación de los problemas.
Esta es la lectura del socialismo venezolano, mientras que en Bolivia y Ecuador los resultados han sido muy diferente, ambos países han alcanzado resultados altamente positivos, representados en sus índices macroeconómicos, logrando combatir la inflación, mejorando la calidad de vida de sus ciudadanos y alcanzando un crecimiento económico importante en la región, su clave ha sido atinar en la política económica bajo la dirección de gerentes públicos especialistas en la materia.
Por ejemplo en Bolivia aunque Evo Morales antes de ser Presidente fue sindicalista cocalero, nombro como Ministro de Economía a Luis Arce, Economista y Contador, con Maestría en Ciencias Económicas en la Universidad de Warwick, Inglaterra, con más de 18 años en el Banco Central de Bolivia, con experiencia como Consultor y Profesor Universitario.
Por su parte, Ecuador cuenta con un privilegio mayor, su propio Presidente Rafael Correa, es Economista, con Maestría en Economía en la Universidad de Lovaina, Bélgica y es Doctor en Economía en la Universidad de Illinois en los Estados Unidos de América; su Ministro de Economía es Fausto Herrera, Economista con un MBA en INCAE. Mientras en Venezuela el Ministro de Economía, es graduado en la Academia Militar y participó en el intento de golpe de Estado en febrero de 1992.
Ciertamente ante la improvisación, no pueden esperarse resultados distintos, es absurdo que el gobierno pretenda desarrollar las regiones y atraer inversionistas extranjeros solo a través de leyes habilitantes e ignorando la economía, se hace necesario tomar medidas económicas certeras que logren equilibrar el riesgo monetario, la inflación y el tipo de cambio; establecer el Diálogo Social para generar confianza y disminuir la incertidumbre; plantearse la flexibilización de la legislación laboral; atacar la burocratización, la corrupción, la partidocracia y el militarismo en el aparato del Estado; y finalmente se requieren Gerentes Públicos como en Bolivia y Ecuador.
DC / Alfonso Hernández Ortiz / Politólogo – Abogado / dialogopublico@gmail.com / @ AlfonsoZulia