Se entiende por “Estado Impropio” a aquel que abandona sus verdaderas funciones como: seguridad (de personas y bienes), verdadera justicia, obras públicas, salud, educación, y en cambio se dedica a otras actividades que son propias al sector privado. Cuando esto sucede, podemos afirmar que estamos en presencia de un “Estado Impropio”.
Hace más de dos siglos, el padre de la economía de mercado, Adam Smith, nos advertía de los problemas de un “Estado Impropio”, que es una especie de Estado que se apodera de los recursos naturales de la nación, siendo estos propiedad de todos los ciudadanos.
Sin embargo, en Venezuela, hicimos caso omiso a Smith, y a partir de 1976, se acelera en nuestro país el crecimiento desmedido del Estado, lo que quiere decir que llevamos casi 40 años con un “Súper Estado” jugando el papel de protagonista principal en la actividad económica de nuestro pueblo.
La experiencia venezolana nos demuestra que ha existido un predominio por parte del Estado en todo lo relacionado al ordenamiento económico, a tal punto de alcanzar un desproporcionado crecimiento que pretende resolver todos los problemas sin lograrlo, más bien agudizándolos.
En los últimos 16 años, ese proceso de hipertrofia del Estado venezolano, lejos de corregirse, se ha exponenciado a tal extremo que se ha convertido en el principal empleador, inversionista, productor, consumidor, distribuidor, controlador y regulador del país.
Demasiados casos a la vez para un Estado que ha demostrados ser ineficaz e ineficiente en el manejo de la industria petrolera, del hierro, del aluminio, de la electricidad, de la agricultura, la ganadería, las comunicaciones, de la banca, porque son actividades económicas que no le corresponden al Estado.
Recientemente, la Conferencia Episcopal Venezolana, emitió un documento de exhortación pastoral denominado “Renovación Ética y Espiritual frente a la crisis”, un diagnóstico que determina el rumbo equivocado que lleva Venezuela, a la que se trata de imponer “un sistema político-económico de corte socialista marxista o comunista. Ese sistema es totalitario y centralista, establece el control del Estado sobre todos los aspectos de la vida de los ciudadanos y de las instituciones públicas y privadas. Además, atenta contra la libertad y los derechos de las personas y asociaciones, y ha conducido a la opresión y a la ruina a todos los países donde se ha aplicado”.
Este modelo de economía intervenida por el Estado en forma casi total fracasó y por ese fracaso estamos sumidos en una pentacrisis: política, económica, social, cultural y ética, son los ingredientes de una crisis de gobernabilidad, es decir inviabilidad como país.
La frustración y el descontento de los venezolanos reclaman un cambio, es una exigencia social que requiere un esfuerzo compartido con la participación de todos los venezolanos.
Venezuela tiene todo del poder para triunfar, debe y puede ser un país del primer mundo. Si otros lo han logrado, ¿por qué nosotros no? Podemos y tenemos que hacerlo.
Asnaldo Soto
@econsinsecretos
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