Vieja vicisitud, por Luis Barragán (@LuisBarraganJ)

El ascenso al poder de Chávez Frías, coincidió con la otra e intensa campaña de desprestigio de la institución parlamentaria, más que del Congreso de la República que, al instalarse en enero de 1999, fue rodeado por los adeptos más violentos del gobierno recién inaugurado. Probablemente fresco el llamado que se hizo para cerrarlo (el “calderazo” predicado por Moisés Moleiro),  prosperando la promesa constituyente, poco importaba su suerte. 
 
Pocos recordaron, como ahora, los sucesos del lunes 24 de enero de 1848 que, tras la sesión celebrada en el Convento de San Francisco, arrojó un saldo de heridos y muertos, incluyendo a parlamentarios, fruto de una recia confrontación de poderes, aunque Jesús Sanoja Hernández los consideró ampliamente debatido a lo “largo de siglo y medio, con sus dos años bolivarianos añadidos” (El Nacional, Caracas, 02/02/2001).  A pesar de las discrepancias que la fecha suscita,  importa invocar los hechos – sobre todo – a la luz de la actual y venidera conformación de la Asamblea Nacional, pieza clave y necesaria para una transición democrática.  
 
Desde una perspectiva, el general P. Giuseppe Monagas, por entonces presidente del Congreso de Diputados Plenipotenciarios que diligenciaba una Constitución a la medida de Juan Vicente Gómez, rechazó el debate político como una atribución parlamentaria, ejemplificándolo con el abuso en el que incurrió el Congreso hacia 1848 (El Universal, Caracas, 16/06/1914).  Desde la otra, en un largo ejercicio crítico de la conocida obra de Ramón Díaz Sánchez (“Guzmán, elipse de una ambición de poder”, 1950), Héctor Mujica lo entendió como una jornada de “contenido eminentemente popular”, significando la debacle de la oligarquía conservadora, quitándole la responsabilidad al presidente José Tadeo Monagas (“La historia en una silla”, UCV, 1982). Por cierto, dato curioso, Díaz Sánchez refirió que en el citado Convento, posterior sede de la Universidad, además de funcionar el Congreso, lo hacía el Colegio de la Independencia y un salón de diversiones llamado “Renaisance” (“La historia y sus historias”, Panapo, Caracas, 1989). 
 
Lo cierto es que, tales acontecimientos, no debemos archivarlos cómodamente, pues, de incontables vicisitudes, está hecha la prolongada historia de un parlamento que ha de darse cita con un presente cuestionado. Nada más y nada menos, la Asamblea Nacional ha de reivindicarse por muchos riesgos y peligros que la tarea comporte, susceptible de una reforma constitucional que la actualice como órgano independiente del Poder Público. 
 
Coletilla: representado nuestro país por Antonio Leocadio Guzmán, se cumple el sesquicentenario del Congreso Americano de Lima, reportado por Nicolás Perazzo (Élite, Caracas, nr. 339 del 30/01/1965) y Germán de la Reza (http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S0185-26202010000100002&script=sci_arttext).  
 
DC / Luis Barragán / Diputado AN / @LuisBarraganJ

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