No pretendemos juzgar la conducta de nadie, pero el contraste es evidente respecto a las nuevas generaciones dirigenciales. Los hay reconfortamente luchadores, críticos y decididos, en comparación con otros que pretenden hacer “carrera” según los esquemas superados.
Nos viene al espíritu la gallardía, claridad y coraje de la muchachada que ha protestado vehemente al régimen, corriendo riesgos y peligros que hasta confrontan a las generaciones precedentes, desafiándolas, con el pensamiento y la acción. Son capaces de aportar un rumbo desde su irrefutable testimonio de lucha, respetando las diferencias y las coincidencias, dándole otro sentido a la irreverencia que aplaudimos por su sentido, sobriedad, consecuencia.
Lejos estamos de una versión idílica, pues hay errores, equívocos y malentendidos comprensibles. No obstante contrastan con otros que, simulando una decidida convicción que simplemente no tienen, reclaman la trinchera más atractiva, segura y cómoda, refugiándose habitualmente en la telefonía móvil. Un espécimen nos habla del costumbrismo partidista, del muchacho que pugna por tomarse un selfie con alguna celebridad del momento y plenar las redes sociales inventándose un esfuerzo. Por lo general, los insultos que acostumbra, los ataques morbosos que la pobre imaginación genera, es para el dirigente adulto de la oposición, porque no se atreve ni atreverá a la más ligera interjección contra el gobierno que, al perseguirlo o privarlo de libertad, no le permitirá derrochar físico en sus audaces incursiones playeras.
Hay otro espécimen, el de la promesa incumplida: estudioso, inteligente y reflexivo, sus tiempos de pregrado fueron de una celosa estadía en el aula, negado a participar siquiera en un centro de estudiantes, aunque, luego, halla la ocasión de conectarse con alguna institución y hoy pontifica desde la gran prensa, la que no recoge las ideas de algún activista de oposición en las entrañas de la escuela de Trabajo Social de la UCV, por ejemplo. Así, cautelosamente, cuiden el verbo al lado del otro dirigente de oposición con el que sienten – no sabemos con cuál legitimidad – competidores, en el fondo reclaman el paltó levita como programa para la transición democrática que ya calculan trepar.
A los jóvenes que dan y darán su mejor contribución al inmenso esfuerzo de democratización que nos compromete, inevitablemente los aquejará el tiempo. Y, precisamente, tienen tiempo de prepararse, organizarse, estructurarse, sensibilizarse para la futura tarea que nos hará a todos trascender: tendrán que pelear no con quienes le antecedieron, sino con los propios coetáneos consumidos por una banalidad insólita.
DC / Luis Barragán / Diputado AN / @LuisBarraganJ