La realidad de Venezuela se ha presentado en una gran división política, caracterizada por una creciente polarización, en la cual se ven excluidos los ciudadanos que están distantes a los asuntos del partido y del gobierno, ciudadanos excluidos de la política, de la toma de decisiones y solo tomados en cuenta al momento de buscar su voto para refrendar su apoyo o descontento entre dos bandos que durante más de 15 años se encuentran enfrentados y no terminan de atinar propuestas, ni soluciones para superar la crisis que atraviesa el país.
El contexto se caracteriza por un gobierno nacional altamente burocrático, lento, centralizado, con graves denuncias de corrupción e ineficiente y una oposición torpe en sus acciones (paro petrolero, renuncia de los candidatos 2005, resistencia a celebrar elecciones primarias e imposición de las cúpulas) ausente de un proyecto país, improvisada e impregnada de los mismos vicios del pasado. Con un historial de errores tácticos, estratégicos y determinantes que han contribuido sistemática y progresivamente al deterioro y credibilidad de sus partidos, permitiendo de tal manera que el gobierno de turno con todo y sus grandes errores se enquiste permanentemente en el poder y aun no se perfilen vestigios de cambios.
La situación se empeora con la improvisación de un sector de la oposición que ha jugado con el desespero de la gente, llevándolos a tomar atajos cortoplacistas, representados en lo que llamaron “La salida” encarnada en guarimbas y manifestaciones violentas, que dejaron más de 40 muertos, centenares de heridos y grandes daños a bienes públicos y privados. Seguidamente han planteado ofertas engañosas como el llamado a un constituyente y a la transición sin contenido de lucha política y social dentro del marco democrático y constitucional.
Desde otra parcela, esta la oposición que se presentan como alternativa, tratándose de distanciarse de los radicales, ostentan ser nuevos los nuevos líderes y se consideran diferentes, critican lo pernicioso que es mantenerse tanto tiempo en el poder, pero en lo interno de sus organizaciones no permiten a las nuevas generaciones asumir las riendas y dirección de los partidos que manejan, como tampoco quieren soltar sus cargos vitalicios y sus aspiraciones eternas como candidatos a cuanta elección se anuncie en el país, utilizan el “consenso” para disfrazar su talante de nepotismo y autocracia.
Funestamente nos encontramos ante un gobierno que no gobierna, ni resuelve los problemas del país y una oposición que no propone, encerrada en sus divisiones internas, bajo la sombra de la mediocridad. Ambos se critican pero a la final terminan pareciendo tanto que lo único que los diferencia es el nombre; ya que su accionar está orientado a exaltar el culto a la personalidad, el histrionismo y su afán de manipular a los ciudadanos para mantenerse en el poder político.
Ante esta realidad, la ciudadanía demanda nuevas formas de hacer política, que permita la participación de los ciudadanos sin tener que verse involucrados en los asuntos tan complicados de las marañas partidistas, construir alternativas que puedan combatir al abuso institucional de las castas políticas, familiares, económicas y militares que han usufructuado los derechos de la gente desde los partidos políticos y el Estado; que se enfrenten a la imposición del caudillismo y del mesianismo como métodos de acción política.
Como propuesta emergente surge la necesidad de fundar el ciudadanismo, como una nueva manera de hacer política en un mundo de ciudadanos, en donde la participación y el pluralismo concentre a una nueva mayoría democrática, con ideas y soluciones ante los problemas sociales asumidos por la nuevas generaciones que vienen apoderándose de los temas ciudadanos, con el compromiso de gestionar una sociedad más trasparente, profesional y responsable que movilice el sentimiento de la mayoría para alcanzar los cambios y transformaciones ante los dificultades neurálgicas que vive la sociedad, ciudadanos que se organicen de manera espontanea a través del liderazgo compartido, fundado en los valores y la ética, que persigan construir la concertación y el encuentro con todos los venezolanos, que asuman la lucha social, la organización ciudadana y logren promover la ciudadanía y el valor de la democracia a través de la construcción del ciudadanismo.
DC / Alfonso Hernández Ortíz / Politólogo- Abogado / dialogopublico@gmail.com / @alfonsozulia