La periodista Sebastiana Barráez, no le pierde la pista a la llamada masacre de Tumeremo, en su acostumbrada columna del semanario Quinto Día, reveló detalles sobre lo ocurrido en la población del estado Bolívar.
A continuación el escrito completo:
Es el caso de Tumeremo, a unas tres horas de Ciudad Guayana, luego de pasar por Guasipati y El Callao. Están desaparecidos y se presume asesinados 28 mineros tras la fiebre del oro. Familiares reclaman sus cuerpos. “Por 8kgs. de oro empezó la matazón”, comentan entre los sindicatos. Cientos de mineros se fueron hacia la mina Atenas, tras un hallazgo de oro (conocido como bulla, por el ruido que hacen los mineros celebrando). Algunos fueron interceptados en alcabalas que serían de la banda de El Topo, quien controla las minas de Sifontes. Pero otros habrían sido asesinados. Hubo alarma porque los mineros de la mina Hoja de Lata (a una hora de Tumeremo), no regresaron. Se desató la histeria. Habría sobrevivientes asegurando que los mineros fueron descuartizados y llevados en un camión volteo hasta el sector Pozo el 51, en la vía a Ana Coco, en la frontera. El diputado De Grazia fue el primero en denunciar el hecho. El Gobernador Rangel Gómez lo llamó politiquero y lo desmintió. El Topo dirige una de las cuatro bandas más poderosas que controlan las minas al sur del estado Bolívar y su área de influencia está hacia la zona en reclamación. Muchos mineros aseguran que militares y policías son cómplices de esas bandas. Ellas imponen la ley: El del 88 es el pran Guancho; Colombo es el más temido y domina desde Upata hasta Icabarú. Desde hace tiempo los 28 mineros que sacaban oro, donde unos chinos lograron una concesión, habían sido amenazados. “Eso habría causado la masacre”. Las minas administradas por Minerven están invadidas. En ese territorio, donde el Estado y la Fuerza Armada perdieron el control hace rato, hacen luchas como en los antiguos circos romanos: Pelean hasta morir por altas sumas de dinero en apuestas. Hay una complicidad macabra entre militares, delincuentes comunes, paramilitares, guerrilla y funcionarios gubernamentales. El gobernador demostró una gravísima irresponsabilidad. Quizá apostó a que ocurriera como con otras desapariciones: Silencio. De los 28 mineros y las dos muchachas, una de ellas embarazada, no se sabe nada. El ministro de la Defensa fue más prudente, aunque se molestó porque hay quienes involucran a militares en la desaparición de los mineros. “Tenemos más de mil hombres buscando, actuando, hablando, conversando con el pueblo, con las familias de las supuestas víctimas”. Lo que a Padrino no debe sorprenderle es que aparezcan militares involucrados, como ocurre a todo lo largo de la frontera con la extorsión, el contrabando y otros hechos delictivos. También el presidente Nicolás Maduro fue receptivo y ordenó “zona militar especial” para proteger el Arco Minero del Orinoco.
DC|Sebastiana Barráez