Los penaltis premiaron al Atlético de Madrid

Un ‘combate’ de 120 minutos terminó con la clasificación para los cuartos de final de la Liga de Campeones del Atlético de Madrid en la tanda de penaltis (3-2), en el suspense del último lanzamiento, el que Stefan Kiessling mandó fuera, entre el éxtasis de la afición rojiblanca que llenó el Vicente Calderón.
Una recompensa para el Atlético, mejor en un encuentro de alto voltaje, en el que siempre tuvo más ambición, incluso cuando igualó la eliminatoria en el minuto 27 por medio de Mario Suárez, también cuando se disputó una prórroga debilitada por el extraordinario esfuerzo de ambos hasta la resolución final desde los once metros.

Porque fue un choque de tremenda intensidad. Desde el primer segundo, desde que el Atlético sacó de centro y tres rivales se abalanzaron de inmediato hacia él, y desde cada sector del campo, donde se combatió cada pelota como si fuera la última, como si fuera decisiva para el desenlace de un duelo de mucha más complejidad.

Lo sintió el equipo rojiblanco más allá del ecuador del primer tiempo, que se había disputado más al gusto de su adversario, con más posesión y sin más sobresaltos en su portería que unos cuantos saques de esquina al primer palo, la única fórmula hasta ese momento del Atlético para inquietar la ventaja del Bayer Leverkusen.

Un partido de fricción constante, sin tregua para ninguno de los dos equipos y sin ocasiones del conjunto madrileño hasta el minuto 27, hasta una nueva acción a balón parado, esta vez con unos cuantos rechaces fuera del alcance de la zaga alemana y un oportuno disparo desde el borde del área de Mario, envenenado camino de su objetivo.

Porque tocó en el turco Omer Toprak y todo cambió para el portero Bernd Leno, a contrapié, sin más opción que mirar como el balón se introducía en su meta, y para el Atlético, ya con la eliminatoria equilibrada, el primer paso indispensable para alterar la inercia de un encuentro descontrolado, ya sin Moyá, lesionado, bajo palos.

Tampoco el gol, en la única oportunidad de todo el primer tiempo, varió esa sensación de enredo hacia el descanso, alimentada por las imprecisiones del Atlético, muchas de ellas provocadas por la agobiante presión ejercida por el bloque rival, amenazante hasta que pisó el área contraria, hasta que se diluyó a la hora del remate.

Necesitaba el equipo rojiblanco más combinación y más precisión para sortear el acecho constante de su contrincante y la velocidad a la que se jugaba el duelo, porque la posesión volaba de un lado a otro, mucho más del lado local al visitante. Apenas le duraba tres o cuatro pases, ni siquiera en zonas de influencia menor en el ataque.

No entró apenas en juego Cani, la sorpresa del once de Simeone y reemplazado en el intermedio, ni, pese a la inclusión de Koke en el medio desde el inicio, dominó el balón el Atlético en el centro del campo, convertido en una batalla física, de anticipación, de faltas y contacto, que ahogó las temidas transiciones del Bayer, pero también las del equipo rojiblanco, salvo algunos pasajes del duelo.

El segundo tiempo rearmó al Atlético en esa dirección, con más claridad y sentido en el pase, menos apresurado porque su rival, con el paso de los minutos y del cansancio, también bajó las revoluciones de su presión y ya con el partido aparentemente bajo el control rojiblanco, pero aún a falta de un gol para sellar el pase.

Atrás, ya advertido desde el encuentro de ida, limitó los contragolpes de su oponente, sólo capaz de un disparo muy lejano de Karim Bellarabi, atrapado con facilidad por el esloveno Jan Oblak, en 90 minutos de ‘combate’ casi literal en cada balón dividido y aéreo y que terminó igualado para media hora más de máxima tensión.

Hizo méritos el Atlético por ambición y ocasiones, como un saque de falta de Koke al que no llegó Raúl García por milímetros y un tiro de Arda Turan, para acabar antes con el partido, como también los hizo en una prórroga entre dos equipos desfondados, que se lo jugaron todo a los penaltis, en los que ganó el Atlético en el suspense del último lanzamiento, cuando Kiessling lo lanzó fuera.

 

DC | EFE

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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