Al menos unas 17 personas murieron en el ataque al Museo Nacional Bardo en Túnez este miércoles. El lugar estaba repleto de turistas de visita cuando la guardia de Seguridad de la Asamblea Nacional, vecina al museo, se dio cuenta de que se acercaban tres uniformados que no portaban armas reglamentarias, y tras pedirles que se detuvieran, se desató un tiroteo.
Los asaltantes huyeron, entonces, del edificio legislativo y se refugiaron en el museo, uno de los más importantes de Túnez. Allí llegaron disparando rifles kalashnikov y munidos de granadas, según los reportes de medios locales.
El hecho dejó varias víctimas extranjeras. Según las primeras informaciones, entre ellas, hay dos británicos, un francés, un italiano y un español. Hay dos más sin identificar y al menos un tunecino fallecido.
Además, han sido reportados unos 20 heridos de diferente consideración, mientras que no está clara la suerte corrida por dos de los tres asaltantes. La BBC cita testigos que afirman que dos de ellos habrían sido capturados.
Tiempo después, fuerzas especiales retomaron la sede del museo donde se habían refugiado los otros terroristas, mataron a dos de ellos y con esto se dio por terminado el hecho, aunque el balance de víctimas podría agravarse.
No está claro si en la operación de asalto final hubo más víctimas, ya sea civiles entre los turistas o entre las fuerzas tunecinas que llevaron adelante la recuperación del museo.
El ministerio del Interior confirmó la muerte de siete extranjeros y un tunecino que se encontraban en el lugar.
Decenas de agentes de las fuerzas de Seguridad se han trasladado hasta la zona y han cercado el barrio, en el centro de Túnez, al que en este momento no se puede acceder, según pudo comprobar EFE.
En el momento del intento de asalto, había varias comisiones parlamentarias reunidas, en particular, la de Justicia, con el titular del ministerio a la cabeza, informaron fuentes parlamentarias.
Todos los diputados y otras personas que se encontraban en el interior del edificio han sido evacuados a una misma sala, mientras las Fuerzas de Seguridad y el Ejército han puesto en marcha el dispositivo de alerta máxima de lucha contra el terrorismo.
Túnez ha sido escenario en las últimas semanas de un repunte de la actividad yihadista en la región de Kasserine, en la frontera oeste con Argelia, zona montañosa que utilizan como bastión radicales locales y también otros precedentes del país vecino y otros estados de la zona, como Mali, Marruecos o Mauritania.
Desde 2012, decenas de guardias nacionales tunecinos han muerto o han resultado heridos en combates o causa de atentados y emboscadas en Mont Chambi, escenario, el pasado julio, del peor ataque islamista sufrido por las fuerzas tunecinas, que causó 15 muertos.
A mediados de febrero, cuatro agentes de la Guardia Nacional de Túnez murieron en un ataque de presuntos yihadistas en la región de Kasserine, considerada uno de los feudos de células islamistas radicales afines al grupo Al Qaeda en el Magreb Islamico (AQMI) y a la rama norteafricana del Estado Islámico (ISIS).
Ese ataque fue reivindicado por Falamage Okba bin Nafa, considerado uno de los tentáculos de AQMI a lo largo de la endeble frontera entre Túnez y Argelia.
La fragilidad de las fronteras con Argelia y Libia es una de las principales preocupaciones del primer Gobierno postransición de Túnez, que ha visto cómo el yihadismo ha crecido en el país en los últimos años, al abrigo de la incertidumbre política y de la guerra civil libia.
Un precario sistema educativo, unido al alto índice de paro y la falta de esperanzas en una sociedad atrapada por la crisis económica han hecho, además, que las tesis de los radicales islámicos hayan comenzado a calar en una nación conocida tradicionalmente por su modernidad y laicismo.
En la actualidad, Túnez es uno de los países que más nacionales aporta a las filas del ISIS. con más de 300 tunecinos emigrados a Siria e Irak para unirse a la lucha de Abu Bakr al Baghdadi.
DC | Agencia