De seguro conoces la parábola del buen samaritano. (1) Su protagonista nos muestra cómo trazar límites sanos en la vida mientras se cultiva una actitud generosa y desprendida: Un hombre viajaba de Jerusalén a Jericó cuando fue asaltado, despojado de todo, golpeado y abandonado medio muerto. Un sacerdote y un levita, al pasar cerca del hombre herido, se desviaron y siguieron de largo… lo ignoraron. Pero un samaritano que iba de camino tuvo compasión de él, vendó sus heridas y lo llevó a una posada, donde lo cuidó. Al otro día, le dio al propietario de la hospedería algo de dinero y le dijo: Cuídemelo, y lo que gaste de más, se lo pagaré al volver.
Démosle otro giro a esta historia tan conocida e imaginemos cómo hubiera sido el desenlace si el samaritano no hubiera sabido cómo fijar límites. Supongamos que el hombre herido se despierta en el instante que el samaritano decide irse y dice: – “¿Cómo? ¿Ya se va?” Y replica el samaritano: – “Sí, ya me voy. Tengo unos negocios que atender en Jericó.” – …“¿No cree que está siendo egoísta? Estoy en muy mal estado. Necesitaré alguien con quien hablar. ¿Lo podrá poner Jesús como ejemplo de vida? ¿Dónde quedó lo de “Niégate a ti mismo”?” Mientras, el samaritano reflexiona: “Supongo que tiene razón, ¿qué sentimientos tendría si lo dejara aquí solo? Debo hacer algo más. Pospondré mi viaje por tres días.” Y así hace, se queda para que el herido esté feliz y contento.
A la tarde del tercer día, golpean a la puerta y un mensajero le da al samaritano un recado de los contactos de negocios en Jericó: “Esperamos todo lo que pudimos. Decidimos vender los camellos a otro comerciante. Los próximos llegarán en seis meses.” Y culpando al hombre en recuperación, el samaritano dice: “Por su causa perdí los camellos que necesitaba para mi negocio. Ahora no podré entregar mis productos ¡Me quedaré en bancarrota!”
En algún punto, esta historia te debe resultar conocida. Por compasión, alguna vez ayudaste a una persona necesitada, la misma que luego te manipuló hasta obtener más de lo que estabas dispuesto a dar… y acabaste resentido. O, en un escenario inverso, por tú querer más de otra persona, la presionaste hasta que esta tuvo que acceder. Esta te hizo el favor por quedar bien, pero no de corazón o por libre voluntad, y luego se resintió contigo por lo que había hecho
Los controladores no respetan los límites ajenos. Son personas que cuando escuchan un “no” se sienten retadas a hacer que la otra persona cambie de opinión. Entre ellas, jefes que le siempre le insisten a algún empleado para trabajar fuera de hora y sin remuneración. Los controladores son personas sin disciplina para frenar sus impulsos o deseos y por ello no soportan que les digan “no”. Sufren de un conflicto de límites llamado control. El problema principal de las personas “sordas al no” es que atribuyen la responsabilidad de sus vidas a otros, utilizando distintos medios de control para que los demás lleven la carga que Dios pretendió para ellos solos…
En la próxima y final entrega estudiaremos los tipos de controladores que existen.
Lucas 10:25-37
DC / Raúl Parra / rlpt10@yahoo.es / @RaulParraT