El español Rafael Nadal está firmando en 2015 su peor arranque de temporada desde que, en 2005, inició su incontestable reinado sobre tierra batida y empezó a construir su leyenda como uno de los mejores tenistas de la historia.
En once años, Nadal nunca presentó peores números que en este 2015 tras cumplirse el primer tercio de curso. Ni siquiera el año pasado, cuando tampoco ganó en Montecarlo ni Barcelona, pero se presentó en Madrid como campeón de Doha y Río de Janeiro y finalista de Australia y Miami.
En ese 2014, terminó los cuatro primeros meses de competición con un balance de 26 triunfos y 6 derrotas. Este año deja Barcelona habiendo ganado solo 19 partidos y perdido ya en 7 ocasiones, con un único título menor en su haber, el ATP 250 de Buenos Aires, y ninguna otra final que echarse a la boca.
Solo ha habido un año en que, a finales de abril, Nadal acumulara los mismos tropiezos que ahora. Fue 2008, pero a esta alturas de la temporada ya había ganado 34 partidos (quince más de los que lleva en 2015), venía de conseguir su cuarto Montercarlo y su cuarto Godó y había sido finalista en Chennai y Miami.
En 2005, el nueve veces campeón de Roland Garros salía de Barcelona con cuatro títulos (el Godó, Montecarlo, Acapulco y Costa do Sauipe), además de la final de Miami, un suculento botín que reflejaba un balance de 35 victorias y 6 derrotas.
En 2006, a estas alturas de temporada, presentaba un balance de 23 partidos ganados y solo 3 perdidos, tras proclamarse de nuevo campeón en Barcelona y Montecarlo y también en Dubai.
En 2007, lograba su tercer Godó, un título que se sumaba a su tercer Montecarlo y su primer Indian Wells. Su balance de victorias y derrotas, a estas alturas de temporada, era de 28-5.
En 2009, su balance a finales de abril era de 33-4, en un año el que en los cuatro primeros meses de competición levantaría cuatro títulos (Abierto de Australia, Indian Wells, Montecarlo y Barcelona) y además haría final en Rotterdam.
Una lesión en 2010 le impidió levantar su sexto Godó consecutivo, pero por aquellas fechas ya había ganado su sexto Montecarlo y había sido finalista en Doha, y preparaba su asalto al Master Series de Madrid con 21 victorias en el zurrón y solo 4 derrotas.
En 2011 recuperaría el reinado en Barcelona y volvería a ganar el torneo monegasco, además de ser finalista en Indian Wells y Miami. Un total de 30 victorias y 5 derrotas hasta finales de abril resumían otro gran inicio de año.
En 2012, Nadal repetiría en Montecarlo y Barcelona, además de ser finalista en el Abierto de Australia. Hasta llegar a Madrid, solo perdería 4 partidos, mientras que lograría la victoria en 27 ocasiones.
Y 2013 fue el año en el que el exnúmero uno mundial perdió menos veces en el primer tercio de temporada (27-2), lo que le permitió lograr cuatro títulos (Sao Paulo, Acapulco, Indian Wells y Barcelona) y otras dos finales (Viña del Mar y Montecarlo).
A sus 28 años, al balear le está costando más que otras veces recuperar las buenas sensaciones y lograr resultados tras un parón por contratiempos físicos: esta vez, una operación de apendicitis y la lesión de muñeca durante el último tercio del curso pasado.
Caído hasta el cuarto puesto del ránking mundial, incluso ha cambiado el cordaje de su raqueta -Babolat le ha diseñado una nueva con las cuerdas más separadas que utiliza desde Montecarlo- buscando recuperar las sensaciones con su derecha.
En el torneo monegasco, donde cayó en semifinales ante el número uno del mundo, el serbio Novak Djokovic, pareció dar un paso adelante en su recuperación, pero en Barcelona han vuelto a aparecer todos los fantasmas que han rondado al exnúmero los últimos meses.
Su eliminación en octavos de final (6-4 y 7-6), este jueves, ante el italiano Fabio Fognini, 30 jugador en ránking mundial y que ya le ganó en las semifinales de Río de Janeiro en febrero pasado, es un radiografía perfecta del momento por el que atraviesa Nadal.
Falto de confianza (solo aprovechó 3 de las 14 bolas de ‘break’ que tuvo), sin determinación (no supo cerrar el segundo set pese a ir siempre por delante), ni agresividad (solo sumó 17 golpes ganadores, justo la mitad que su adversario).
A Rafa de nuevo le traicionó la ansiedad y le faltó consistencia en su tenis (acabó con 30 errores no forzados).
Un Nadal hundido reconoció, a la conclusión del partido, que aquella derecha ‘liftada’ que pegaba a varias alturas y con la que dominaba a sus rivales no tiene ni la profundidad ni la velocidad que siempre le han caracterizado y que, sin ella, se convierte «en un jugador vulgar».
«No queda más remedio que aceptar o morir. Y acepto el reto porque quiero darme opciones para el futuro», sentenciaba el español, consciente de que, ahora mismo, sus décimo Roland Garros está muy lejos y que necesita dar un enorme, casi gigante, salto de calidad en Madrid y Roma, si quiere tener alguna oportunidad en París.
DC | EFE