El caso Rato es «una bomba de neutrones» para Mariano Rajoy, según expertos

Sólo le faltaba eso en pleno año electoral: el jefe del gobierno español, el conservador Mariano Rajoy, ya enfrentado a las críticas internas, sufre ahora las consecuencias del escándalo en torno al exdirector gerente del FMI, Rodrigo Rato, sospechoso de fraude fiscal y blanqueo.
La oposición exige explicaciones, incluso dimisiones, y la prensa conservadora, habitualmente más clemente, habla de devastación en el gubernamental Partido Popular (PP, derecha) antes de las elecciones municipales y regionales del 24 de mayo y, sobre todo, antes de las legislativas de finales de año, reseñó AFP.

El caso Rato, que pone de relieve el problema de la corrupción, gran tema de preocupación de los españoles del que Rajoy intenta distanciarse adoptando leyes sobre transparencia, es para la editorialista Victoria Prego como «una bomba de neutrones» que mata a los humanos preservando las infraestructuras.

«Eso es lo que les está pasando a los miembros del PP. Están muriendo política y electoralmente en masa aunque sus estructuras de poder se mantienen todavía incólumes», lanzaba desde las páginas del diario de centro-derecha El Mundo.

«Llegan muertos a las próximas elecciones. Si ya antes de esto los dirigentes del Partido Popular se veían amenazados por el abandono de sus votantes tradicionales, los efectos radiactivos del caso Rato han multiplicado la destrucción de sus miembros», agregaba.

Hacía referencia a la feroz competencia que presentan en estos comicios las dos nuevas formaciones emergentes, Podemos a la izquierda y Ciudadanos a la derecha, que denunciando la corrupción atraen a electores decepcionados del PP y de su tradicional adversario, el Partido Socialista.

Efectivamente, tras descubrir el 17 de abril las imágenes de Rato –estrella caída de la formación que dirige el país desde 2011– retenido por la policía, Rajoy habría dicho, según la prensa, que le habían chafado la campaña electoral.

El exministro de Economía, presentado como el artífice del ‘milagro’ español antes del estallido de la crisis, ya estaba imputado en un fiasco bancario que costó más de 20.000 millones de euros a los contribuyentes en 2012.

Ahora la investigación va de sorpresa en sorpresa.

‘La repera’
Una revelación del diario en línea Vozpópuli según la cual Rato se acogió en 2012 a una amnistía para intentar regularizar su fortuna, había empezado por escandalizar al país.

Cuando la policía lo puso delante de las cámaras por presunto fraude y blanqueo descubiertos tras la amnistía estalló la indignación.

Y siguió un estupor absoluto cuando el director de la Agencia Tributaria, Santiago Menéndez, declaró el martes ante los diputados que la amnistía había permitido descubrir datos increíbles. «Son la repera», afirmó, precisando que otras 714 personalidades o altos funcionarios están siendo investigado al igual que Rato.

Con todo esto, la campaña electoral se ve eclipsada por los rumores.

¿Quién decidió humillar a Rato, hasta hace poco icono de la derecha españolaâ, se pregunta la prensa. ¿Por qué las diferentes instancias judiciales se declaran sin competencia para continuar la investigaciónâ ¿Quién organizó el registro en casa de Rato, divulgado por los mediosâ ¿Hay un traidor en el seno del gobiernoâ

El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, tuvo que negar el miércoles haber influenciado la investigación. El caso estaba ahí, explicó, y había que dejar que la justicia siguiera su curso sin proteger a nadie.

Rajoy, que ya estaba siendo criticado desde sus propias filas tras una derrota aplastante en las elecciones regionales en Andalucía, se debate ahora por gestionar la crisis. En el seno del partido, dividido entre derecha y extrema derecha, sus adversarios alzan la voz.

El líder conservador, que obtuvo la mayoría absoluta en 2011, apuesta toda su reelección en la reactivación económica del país, que salió en 2014 de una profunda crisis de cinco años, repitiendo a diestro y siniestro que España es ahora presentada como ejemplo en los foros internacionales.

Pero el mensaje no parece llegar a la población, sobre todo dado que el crecimiento no ha reducido el desempleo, aún cercano al 24%, uno de los peores de los países industrializados.

DC | AFP

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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