Cuando veo a mi comandante obrero presidente, el mismo que acusan de no sabe manejar bicicleta y de ser un Pastor Maldonado, a la hora de conducir la economía, me digo: Pero como no lo había entendido antes, de verdad estamos en la peor conflagración económica vivida por la República, desde los días en que las primeras goletas españolas zarparon a tierras venezolanas, con la maligna idea de bachaquearse el oro, las perlas y todo cuanta verdurita sembraran nuestros indios canallas.
Eso me pasa por andar siempre buscándole las cincos patas al gato y no terminar de asimilar que nuestro avezado conductor, no sólo en economía es un hombre preclaro, sino que también ha tenido clarito que el apetito, la ira y la esperanza, si algún día se le revuelve a quienes pacientemente hacen cola, de nada le valdrá los estudios aprendidos en sus cursillos de filosofía, con el gran maestro Sai Baba. Es verdad, existe guerra económica y hasta un oso está detrás de todo esa maldad.
Asi que me juré no volver a dudar del hijo, de quien nos dejara este atribulado legado, ni tampoco ir a Las Pulgas a complacer a los reyes de la extorsión y el bachaqueo. Después de muchos meses sin visitar los Mercados Bicentenario, este sábado decidí sortear el túnel de la inseguridad, que significa salir a las cuatro de la mañana para llegar a tiempo y agarrar el número que te marcan en el brazo, como garantía de poder entrar al gran mercado socialista de la patria.
Aclarando la mañana comienzo a ver caras nuevas. Siempre están los marginados de ahora, pero ¡Ho! justicia revolucionaria de la igualdad. Ha llegado la hora de las confesiones y aparece una mujer de refinados modales, diciendo que es profesora de un liceo, y que es primera vez que hace cola. También un ingeniero contando acerca de lo imposible de seguir viviendo y que sus cuentas no le dan para comprar como antes; y por no dejar, empleados de Pdvsa, chillando porque la TEA es sal y agua.
Alboroto, forcejeo y frustración se sintió en la rugiente cola. Después de esperar tanto tiempo había carne y pollo, pero no venderían azúcar ni café. Adentro nos recibía la camarada vigilante, con el tiene derecho a dos harinas, una pasta y un aceite. Del revolcón nadie habló y del bono salud para la tercera edad tampoco, pero del miserable aumento hasta los ciegos sacaban cuentas y concluían que no les alcanzaría ni pá comprarse un paquete de papel sanitario, cuando se consiga.
Sediento y cansado, mientras iba cavilando sobre los Consejos Populares de Abastecimiento y Producción, como medio para combatir la especulación y el contrabando de productos prioritarios; se me ocurrió tomar y pelar indebidamente una mandarina, para compartirla con los camaradas de la cola. En ese momento se nos apareció el Gerente y nos amenazó con suspendernos la venta, por haber sido agarrado en flagrancia, cometiendo los delitos de robo y guerra económica.
DC/ Abog. Douglas Zabala/ @douglazabala