Moscú.- Estos días, la pasión de los rusos por su compatriota Piotr Ilich Tchaikovsky está más viva que nunca. En vísperas de que el 7 de mayo se celebre el 175 aniversario del nacimiento del genial compositor, la pintoresca Klin -sede central de los actos- está desbordada por la oleada de visitantes.
En esta pequeña ciudad el genio del Romanticismo se recuperaba de la vida en las metrópolis de Moscú y San Petersburgo y de sus viajes por el mundo. Pero no será la única en rendir homenaje a Tchaikovsky (1840-1893), en cuyo honor se han programado conciertos, exposiciones y festivales por todo el país. Y, sin embargo, falta algo.
Las autoridades rusas habían puesto todo su empeño en preparar el redondo aniversario, que no podía verse ensombrecido bajo ningún concepto. Por eso, el ministro de Cultura, Vladimir Medinski, se apresuró a descalificar -con declaraciones cuestionables- la película del destacado cineasta Kirill Serbrennikov sobre la vida privada de Tchaikovsky. Es decir, sobre su homosexualidad.
¿Un ruso gay como icono de la cultura nacional, como estandarte de la música clásica? Medinski, odiado por muchos intelectuales y cercano a la Iglesia ortodoxa rusa, no podía permitirlo. Y menos en los tiempos que corren, en los que el patriotismo es fundamental para Rusia y la propaganda estatal predica valores familiares. Por eso, exigió que se retirara esa parte del metraje, alegando que «no hay pruebas de que Tchaikovsky fuera homosexual». Y al final, todo el proyecto fracasó.
Para los musicólogos, la identidad sexual del compositor está suficientemente probada, entre otros gracias a las cartas escribió a su hermano Modest Tchaikovsky, que también era homosexual.
De ahí que los activistas en defensa de los derechos de gays y lesbianas utilicen una y otra vez el nombre de Tchaikovsky para exigir una mayor apertura.
Pero en las celebraciones por el 175 aniversario nada debería ensombrecer la música de Tchaikovsky, ni siquiera las especulaciones que aún hoy persisten sobre su muerte, a los 53 años.
El objetivo es festejar las obras maestras del genio, desde las óperas «La dama de picas» y «Eugenio Oneguin» a clásicos del ballet como «El lago de los cisnes», «La bella durmiente» o «El cascanueces», sin olvidar sus sinfonías.
Así, el programa se centra unas veces en rendir tributo al hombre que editó el primer libro sobre armonía en ruso, al Tchaikovsky pedagogo y al reputado director de orquesta.
Al hombre que amaba viajar por Europa y reunirse con sus contemporáneos como Gustav Malher, Edvard Grieg o Richard Wagner, entre otros. Además, las miles de cartas que se conservan de Tchaikovsky suponen también un tesoro literario.
Entre los actos previstos también se recordará lo mucho que la Iglesia ortodoxa rusa aprecia al compositor por la profunda espiritualidad de su música. «¡Tchaikovsky lo es todo!», exclamaba el director de orquesta ruso Valeri Geriyev, que en junio y julio organiza una reputada competición sobre el compositor.
Sin embargo, no se habla ni una palabra del desgarro interior de este hombre que, como desvelan sus cartas, siempre luchó contra su naturaleza y en 1983 falleció de una muerte que no fue natural. ¿Se mató por amor o fueron los círculos nobiliarios los que lo condenaron a envenenarse con arsénico en una suerte de tribunal de la honra?
La versión oficial, en aquel entonces, fue que el compositor murió de cólera y que contrajo la enfermedad al beber agua en un restaurante de San Petersburgo. Mientras, los teóricos de la conspiración sostienen que hasta que no se exhumen sus restos no se podrá saber la verdad sobre su fallecimiento. Pero para eso, Rusia dista mucho de estar preparada.
Fuente: DC|EU