Es impresionante la hipérbola que ha sufrido Colombia en su trayectoria política en este siglo, a comienzos de éste un país fallido, en el cual el Estado no ejercía control territorial sobre más de 2/3 partes del país, y los narcoterroristas de las Farc amenazaban seriamente la estabilidad institucional, pasó del 2002 al 2010 a ser un Estado ejemplo de seguridad democrática, gracias a la política del Expresidente Álvaro Uribe Vélez.
En el lustro siguiente, y por obra del traidor al mandato popular, el Presidente Santos, ese país en claro ascenso político, social y económico, está pasando por un nubarrón que constituye una de las más peligrosas épocas para la estabilidad democrática. En efecto, Juanhampa, el Kerenski criollo, bajo mandato del Foro de Sao Paulo, está ejerciendo una política diametralmente opuesta a la de su antecesor, poniendo en grave peligro la existencia misma del Estado democrático existente desde hace dos siglos.
La claudicación de Juan Manuel Santos ante los criminales de lesa humanidad de las Farc, es un capítulo más de la aplicación de la cartilla del Foro de Sao Paulo para la implementación de un “Socialismo de Siglo XXI”, sinónimo encubierto del stalinismo pregonado por Fidel Castro en América Latina, pero deslastrado de sus características totalitarias visibles, para ser presentado con apariencia aceptable de una “democracia participativa”, pero que en realidad es la misma dictadura de izquierda, ahora con disfraz democrático, es decir, lo que se llama un autoritarismo populista de izquierda.
El gobierno de Santos juega acá el mismo rol que el de Caldera en Venezuela, un régimen de transición que haga explotar el desprestigio de las instituciones, la aparición de un “outsider” que gane el poder democráticamente, para una vez llegado a él, vía una Constituyente, que tendrá como mandato elaborar una Constitución “ pret-a –porter” para el futuro dictador, quién se perpetuará en el poder mediante el fraude electrónico realizado por la empresa chavista Smarmatic.
Concomitante con estas acciones está la eliminación de hecho de la división de poderes, la politización de la justicia, la cooptación de las instituciones de la sociedad civil y el asedio a la economía privada.
Todas estas acciones se están realizando en Colombia y al igual que en Venezuela, la dirigencia no cree, por estar ciega y sorda ante la realidad, que la dictadura se está implementando; al igual que hace 18 años nadie quería creer los avisos que unos pocos dábamos sobre que Venezuela sería una nueva Cuba, acá nadie nos quiere creer, a los pocos que los alertamos, que Colombia está en un camino acelerado en convertirse en una Venezuela.
Las acciones están a la vista, pero como el adicto que se niega a la realidad, los dirigentes políticos, económicos, gremiales, sindicales etcétera de Colombia no quieren ver la implantación de una dictadura con disfraz de democracia. Tenemos una Fiscalía y unas altas Cortes dedicadas única y exclusivamente a la persecución de la oposición, ya en un artículo anterior expresé el parecido entre Montealegre e Isaías Rodríguez. Igualmente ya se copió acá el método de un Congreso arrodillado ante el Ejecutivo, dándole plenos poderes, así Juan Manuel Santos los tiene para implementar el régimen socialista en el campo, entregándoselo a las Farc, bajo la figura de zonas de reserva campesinas, ya sabemos el resultado de éstas, pues lo tenemos en el Catatumbo: un territorio a merced de los narcoterristas en donde impera el cultivo de la coca y el sometimiento de la población a los criminales de lesa humanidad.
En conclusión al igual que en Venezuela con un discurso populista, la izquierda se entronizó para instaurar un régimen forajido al mando del “Cartel de los Soles”, acá esa misma izquierda , con el discurso de la paz, está llevando a Colombia a un régimen forajido, igualmente narco, bajo el mando del cartel de las Farc.
DC/ PHD Alberto López Núñez / @alopeznunez