Conan Quintana había sido amenazado por colectivos y acosado por el Sebin

La noche del 14 de mayo de 2015 los vecinos de las residencias “Riazor Plaza”, ubicada en la esquina de Mirador a Chimborazo, en la parroquia Candelaria, corrieron a esconderse. Cerca de las 8:40 de la noche de ese jueves se escucharon disparos —algunos dicen que seis, otros aseguran que ocho—, gritos y un estruendo. Cuando el ruido se calmó se atrevieron a mirar por sus ventanas.

Una camioneta Jeep Cherokee, de color gris claro, estaba incrustada en la santamaría de la cerrajería y ferretería Llaves y Llaves. Funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y vecinos ayudaron a Luis Ángel Álvarez y a Conan Quintana Orellana gravemente heridos de bala, a salir del vehículo.

“¿Que cómo era Conan? Especial. Un muchacho muy bueno. Muy amoroso con su familia. Lo amo, todavía lo amo, y nunca lo voy a olvidar”, dijo Armando Quintana, en un pasillo de la Funeraria Vallés, donde estaban velando el cuerpo de su hijo y el de uno de sus mejores amigos, Luis Ángel.

Los hechos

“Profe, ¿mañana hay paro en la uni?”, fue uno de los últimos mensajes que envió Conan Quintana. Andrés Trujillo, presidente de la Asociación de Profesores de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (Asoproupel) lo recibió a las 8:16 de la noche del jueves 15 de mayo, pero nunca volvió a recibir respuesta. conan-cel2 Conan-cel   

Vecinos de la zona aseguran que la camioneta que manejaba Luis Ángel Álvarez se encontraba parada en el estacionamiento de las residencias “Riazor Plaza”. Algunos testigos aseguran que, al momento de poner el automóvil en marcha, Álvarez y Quintana Orellana fueron interceptados por cuatro sujetos —dos a bordo de una moto, y dos a pie— quienes dispararon directamente al vehículo.

Otra de las versiones habla de que fueron sujetos a pie quienes abordaron a la pareja. “Uno (de los delincuentes) corrió hacia allá (en dirección oeste, por la avenida este 3), aún con el arma en la mano, diciendo: ‘allá arriba están robando, están robando’” dijo una testigo.

Por los impactos de bala, Álvarez perdió el control de la camioneta y terminó por estrellarse, de retroceso, en un negocio cercano. Al conductor se lo llevaron en una ambulancia; a Quintana —coinciden los cuatro testigos consultados— “casi que enrrollado” en el vehículo de la GNB. “Cuando arrancaron, con la puerta todavía medio abierta, se les cayó ese muchacho. Así, para el asfalto”, aseguró una habitante de las residencias.

Según Katherine Quintana, hermana morocha del dirigente estudiantil, una tercera persona iba a bordo del vehículo y logró sobrevivir al esconderse entre los asientos. La identidad de este testigo está siendo resguardada por la familia. Quintana recibió el impacto de dos balas: una en el cuello y otra en la parte alta del abdomen. Fue trasladado a la Clínica La Arboleda, a la cual ingresó sin signos vitales.

El Ministerio Público comisionó a los fiscales, Johana Peña (36ª nacional) y Heiker Campione (27º del Área Metropolitana de Caracas) para investigar los hechos. Ricardo Martínez Arcaya, director de Seguridad ciudadana del MRIJP, aseguró a quienes protestaban la mañana después del crimen, frente a la sede de su despacho, que “el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) está abocado al caso”.

¿Quién era Conan Quintana?

El estudiante y activista Conan Armando Quintana Orellana, de 28 años, era un estudiante de quinto semestre de Educación en Geografía e Historia, en el Instituto Pedagógico de Miranda “José Manuel Siso Martínez”. También se desempeñaba como secretario general de la Federación de Centros de Estudiantes y planeaba lanzarse a la presidencia de la organización en el próximo período académico, como representante de la plancha 100×100 UPEL.

“Hubiese ganado, sin duda”, aseguró el profesor Trujillo. “Es que era un dirigente estudiantil pesado”, completaron algunos compañeros de clase presentes en el velorio. “Él quería graduarse rápido, porque después quería estudiar Ciencias Políticas, eso era lo que le gustaba, su política”, señaló su tía, Miriam Orellana. David Quintana resaltó que el sueño de su hermano mayor era “ser político o ministro”.

Klara Moreno, su “compinche” de la universidad, explicó que Quintana creía que “con la política podía lograr muchas cosas. Él daba la cara por todos nosotros en la universidad. A través de su palabra lograba llegar a todas las personas”.

El joven estudiante también era reconocido como un líder comunitario. Era miembro fundador del Frente por la Defensa del Norte de Caracas y de la Asamblea de Ciudadanos de Candelaria. “Era un luchador social, estaba pendiente de los problemas de la comunidad y luchaba por un país mejor. Con menos inseguridad”, dijo Carmen Teresa Fernández, dirigente vecinal presente en la protesta del viernes.

El amigo y hermano

Quintana cubría sus gastos con una beca estudiantil que le había otorgado la UPEL, por su desempeño. Además, trabajaba dos veces a la semana, junto a Luis Ángel Álvarez, en una charcutería de La Candelaria. El miércoles 13 de mayo de 2015 fue el último día en el que se le vio lanzando besos, estrechando manos y dando besos en la universidad. Al día siguiente le correspondía trabajar durante todo el día.

Al ser cuestionados sobre el carácter del estudiante, familiares y amigos, sonríen como acto reflejo, como quien es abordado de repente por un recuerdo grato. Coinciden en definirlo como tranquilo, cariñoso, respetuoso y, sobre todo, dedicado a sus estudios. Apoyaba a los Navegantes del Magallanes y era aficionado a los videojuegos de carreras.

“Él era una excelente persona, el mejor hermano”, dijo su hermana morocha Katherine Quintana. David Quintana, su hermano menor, lo recuerda como “una persona demasiado mundial”. “Era uno de esos que te alegraban el día. Era muy cómico”, aseguró. Quintana aconsejaba a su “hermanito” que tuviese una novia pronto y que “no estuviera por ahí de noche, porque había muchos problemas en el país”. Se encontraba constantemente preocupado por el tema de la inseguridad en el país. “Él había sido víctima de robos varias veces”, aseguró su hermana.

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Las amenazas

Los allegados ponen mala cara cuando se atribuye el asesinato del joven al hampa común. Son reacios a creer en la versión oficial. “¿Qué robo nada? No hubo robo, no le quitaron nada, ni la cartera”, dijo uno de sus compañeros de clase. Pero Conan Quintana no solo había amenazado por los maleantes de a pie. Desde que incursionó en la política estudiantil y comunitaria había sido objeto de varias amenazas por parte de desconocidos.

“En las protestas estudiantiles, aparecen los colectivos de Petare, te ‘fichan’ (identifican) y te buscan”, aseguraron los estudiantes. Quintana saltó a la palestra pública en 2013, año en el cual participó en varias protestas por reivindicaciones para los estudiantes y profesores. Durante la ola de protestas que se desencadenó en el país, a partir de febrero de 2015, el dirigente estudiantil fue acusado de propiciar “guarimbas” en su casa de estudios.

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Además, recibía con frecuencia mensajes amenazantes a raíz de protestar en contra de la inseguridad y las invasiones en su comunidad. “Nosotros fuimos agredidos, en varias ocasiones, por el tema de la denuncia a las invasiones. Pero eso nunca nos paró. La última amenaza que recibimos fue por el tema de los invasores de la zona. Y a Conan lo amenazaron colectivos de su universidad, de la UPEL”, explicó Carlos Julio Rojas, “compañero de lucha” de Quintana.

“El Sebin (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional) llegaba a buscarlo a la universidad. Era un acoso político. A él, una vez, le ‘dieron’ con un tubo por una costilla por estar en una marcha. En resumen, si no te escondes, te joden”, aseguró su amiga Klara Moreno.

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Según relató Moreno, el estudiante decidió “perderse” durante unos meses para evitar que “se metieran” con sus amigos o parientes. Aproximadamente, en noviembre de 2014 retomó sus actividades en la UPEL. El estudiante vivió siempre en la Candelaria, cerca de la esquina de Tracabordo —lugar del asesinato de Bassil Dacosta—.

 

El padre del estudiante, su amiga Klara y el profesor Andrés Trujillo coinciden en que, desde hace un año, había decidido mudarse a Altavista (Catia), con un familiar, “huyendo de los colectivos de la Candelaria”. “Un día lo conseguí en la calle, nervioso, porque lo habían interceptado unos hombres que parecían policías. Le hicieron unas preguntas y lo dejaron ir”, dijo Trujillo, presidente de Aproupel.

Katherine Quintana prefiere esperar los resultados de las investigaciones para inclinarse por alguna hipótesis. “Nosotros lo que queremos es que se diga la verdad sobre la muerte de mi hermano y que se haga justicia”, pidió.

A Conan Quintana lo lloraron cientos de amigos. “Él decía que nunca iba a salir de aquí, de su país”, relató su hermano menor. El féretro del líder estudiantil estaba cubierto con flores, una gorra tricolor, y camisas blancas con una inscripción en letras azules: “¡Vivan los estudiantes!”.

Este domingo se realizó el sepelio de Conan Quintana en el Cementerio Jardines de El Cercado. Estudiantes de distintas instituciones acompañaron a los familiares y amigos. La madre de Bassil Da Costa, el joven asesinado durante la protesta del 12F de 2014, también estuvo en el funeral.

DC | Runrun.es

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