Una mirada a la universidad venezolana desde afuera, nos permite decir que ya no es lo que fue. Estos centros del saber, la ciencia y el conocimiento están en tinieblas. Da vergüenza el estado de deterioro al que ha llegado una institución que era democrática, crítica, contestataria, que opinaba de todo cuanto sucediera en el país, que era respetada por todos, que aportaba ideas y soluciones, que soñaba con la verdad y con un mundo mejor.
Ojala y esta advertencia surta algún efecto positivo, pues quienes tienen mayor derecho a opinar y evaluar la universidad son quienes en ella conviven, sin embargo no se puede seguir ocultando la realidad que viven, principalmente las universidades autónomas, pues las otras instituciones de educación superior parecen grandes liceos acoplados al gobierno, claro, exceptuando algunas como la Universidad Nacional Abierta y la Universidad Pedagógica Experimental Libertador que preservan sus funciones; las privadas, sufren de acoso, pero mantienen su orden interno, innovan y se autoevalúan.
La autonomía universitaria, se ha extinguido en el transcurrir de los últimos 3 lustros, por dos razones fundamentales, siendo una de ellas, la acción inescrupulosa del régimen que se inmiscuye en sus asuntos internos, que les niega el presupuesto justo, que al no haber podido ejercer el control absoluto sobre ellas, trató de aislarlas y suprimirlas, creando universidades paralelas echas a su medida; otra razón es la existencia de enemigos internos que le hacen el juego al gobierno, menoscabando su papel histórico, a través de la desidia, la apatía, la falta de iniciativa y la ineficacia, a lo cual se suma la presencia de un estado de postración e impotencia frente a la acción criminal de grupos y/o mafias con mucho poder.
Son mafias organizadas que actúan con absoluta libertad, forman un Estado dentro del Estado, tal como funcionan los prans en las cárceles. Prolifera el tráfico de influencias, el cobro de vacuna, los atracos, el narcotráfico, se aguanta vehículos robados, se cobra hasta 120 mil Bs. f por un cupo en la facultad de medicina, entre otros males, en los que están involucrados dirigentes estudiantiles. Los correctivos que hasta ahora se han tratado de aplicar atacan las consecuencias no a la raíz del problema, que tiene sus expresiones en los antivalores, la corrupción de las instancias de decisión y la impunidad, que son el cáncer que corroe todas las instituciones del País.
Se dice que la universidad es el reflejo de la crisis del país, pero a estas alturas del siglo XXI, el país debería ser el reflejo de la universidad, cosa que no es posible con una institución desdibujada. Por supuesto, la comunidad universitaria no es la responsable de los males señalados, más bien es víctima de esta realidad. Lo positivo es que hay reserva moral, hay quienes dignamente actúan en defensa de la universidad y quienes desean luchar por rescatarla.
Significa que si es posible construir un poderoso movimiento entre estudiantes, profesores, empleados y obreros que trabaje por revalorizar la universidad, por lograr el respeto de la sociedad y del gobierno; que renueve sus autoridades asumiendo a plenitud su autogobierno; que luche por adecentarla y transformarla; que enfrente la intromisión descarada del régimen y su política; que logre salarios dignos para todos los que allí laboran. La universidad debe ocupar su rol en la docencia, mejorando la calidad educativa y las condiciones de estudio; en la investigación, brindando sus aportes científicos al país; en la extensión, contribuyendo con la promoción social, orientando, debatiendo, dialogando sobre sus problemas y aportando soluciones a la sociedad.
DC / Ing. Golfredo Dávila / Secretario General de Vanguardia Popular en el Zulia / @golfredodavila