Aumenta la frustración con la izquierda en Latinoamérica

El gobierno socialista de Venezuela tiene problemas para que los estantes de los supermercados tengan comida y bienes básicos en medio de una galopante inflación. La presidente de Brasil enfrenta a una oposición que quiere enjuiciarla políticamente. Y hasta el gobierno comunista de Cuba, ícono de la izquierda latinoamericana durante décadas, se está acercando a Estados Unidos.

Ya sea por escándalos de corrupción o por la desaceleración de las economías, la popularidad de los gobiernos latinoamericanos de izquierda, que han estado en el poder desde inicios del milenio, parece estar disminuyendo. Los electorados que votaron en contra de las políticas de libre mercado y de disminución del tamaño del estado, impulsadas por Washington en la década previa, ahora se muestran cada vez más hostiles frente a los mandatarios que lucharon contra esas políticas.

La mayoría de estos líderes llegaron al poder cuando la economía China se había disparado y, con ello, la demanda de materias primas de Suramérica. Pero ahora la segunda economía más grande del mundo se ha desacelerado, y las exportaciones de los productos que crearon una bonanza para estos gobiernos han bajado drásticamente.

Esa bonanza les había permitido a los líderes suramericanos repartir la riqueza y ganarse la simpatía de los pobres.

«No es fácil gobernar en América Latina en este momento», dijo Raúl L. Madrid, coeditor de un libro sobre los gobiernos de izquierda en la región. «Muchos de estos gobiernos llegaron al poder criticando los altos niveles de desigualdad y la corrupción del poder. Pero ahora no se puede culpar al establecimiento de manera efectiva como antes cuando ellos, ahora, son el establecimiento».

Ningún líder ha sido golpeado tan duro como el presidente venezolano Nicolás Maduro, cuyo índice de aprobación se desplomó al 28 por ciento. Cuando el difunto Hugo Chávez llegó al poder en 1999, el precio del petróleo, que financia buena parte del gasto de la nación petrolera, era menos de 10 dólares el barril. Paulatinamente, el precio subió hasta quedarse en los 100 dólares el barril por varios años. Pero desde julio, los precios cayeron a la mitad lo que ha agravado la escasez y el índice inflacionario venezolano, por el control de la tasa de cambio del dólar, divisa en la que se paga la deuda externa y la importación de bienes básicos.

Quizás presintiendo los problemas que enfrenta Venezuela, el aliado más cercano de Cuba, el presidente Raúl Castro inició conversaciones con Estados Unidos con vista a normalizar sus relaciones diplomáticas, una decisión que podría impulsar el crecimiento económico de la isla.  Actualmente, Venezuela le da a Cuba la mayor parte del petróleo que consume a precios subsidiados.

«Cuando la economía está creciendo nadie le presta atención a la corrupción», dijo Patricio Navia, politólogo que enseña en la Universidad de Nueva York y la Universidad Diego Portales de Chile. «Pero cuando el pastel deja de crecer, y los votantes ven que otros sacan provecho, empiezan a preguntarse: ¿y dónde está mi pedazo del pastel?».

Pruebas

La primera prueba de fuego para los mandatarios izquierdistas de la región se llevará a cabo en octubre, cuando los argentinos vayan a las urnas a elegir presidente; el proceso electoral más importante del año en la región. La vertiente del peronismo que orienta la presidenta Cristina Fernández enfrenta una dura batalla electoral cuando se elija a su sucesor pues el apoyo con el que contaba se ha erosionado por una inflación anual del 30%, las restricciones para la compra de dólares y la negativa de los acreedores internacionales de renegociar la deuda luego de que el país no pagará los empréstitos en 2001.

En Colombia, el índice de aprobación de Juan Manuel Santos, que tiene estudios en Harvard y en el London School of Economics, está al mismo nivel que el de Maduro pues el lento ritmo con el que avanzan las negociaciones de paz con la guerrilla de las FARC ha alimentado el descontento popular.

El mexicano Enrique Peña Nieto ha visto cómo su agenda pro-empresarial se ha descarrilado por acusaciones de corrupción y la desaparición de 43 estudiantes luego de que fueran entregados por la policía a un grupo local de narcos.

En Brasil, la economía más grande de la región, la presidenta Dilma Rousseff ha empezado a enviar un mensaje más conservador haciendo llamados a la austeridad, lo que incluiría recortes a subsidios de desempleo y a programas de asistencia social, con el propósito de reducir un astronómico déficit presupuestal, que ha sido impulsado por la mayor crisis económica que el gigante del sur haya enfrentado en 25 años.

Con un bajo índice de aprobación, que bordea los diez puntos, a tan sólo cinco meses de haberse iniciado su segundo mandato, Rousseff también está luchando por volver a ganar la confianza del público en medio de la más grande investigación por corrupción en Brasil, una indagación por supuestos sobornos pagados en la estatal petrolera Petrobras.

DC | AP

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