«Cómprales a las FARC toda la mercancía que producen, toda la agricultura y el ganado. Págales un primer plazo de quinientos millones de dólares. ¡Le vamos a quebrar el espinazo a Uribe, pa’ joderlo!».
Era Semana Santa de 2006 ó 2007. En una reunión con los principales cabecillas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Hugo Chávez se implicaba directamente en comprarles un cargamento de droga. Forma parte del testimonio de quien entonces era su jefe de seguridad personal, Leamsy Salazar. Con ese relato que vincula al líder bolivariano con el diseño de un narcoestado arranca el libro «Bumerán Chávez» (Amazon), del que a continuación se reproducen algunos párrafos.
La referencia al entonces presidente de Colombia, Álvaro Uribe –su enemistado vecino–, Chávez la hizo con especial gozo, según recuerda Salazar. Por lo demás, estaba claro que, ante la presencia del ayudante, el comandante evitaba ser explícito y todos hablaban con sobreentendidos. ¿Qué productos agrícolas cultivaban las FARC o cuántas cabezas de ganado apacentaban para cobrarse tan abultada cifra? Lo que entregaron fueron unas pocas vacas, que llevaban una larga marca en la barriga. Salazar conocía bien qué era aquello, pues enrolado en las fuerzas especiales había servido en la frontera y varias veces se había topado con reses a las que se les había abierto para introducir cargas de cocaína en las varias cavidades del estómago que tiene el rumiante; cosidos de nuevo, los animales podían ser transportados sin levantar sospechas.
Si se observa el mapa de Sudamérica, Colombia era la gran pieza que faltaba en el proyecto panbolivariano chavista. Sin Colombia no cabía hablar de una fraternidad política de los pueblos que liberó Simón Bolívar, aunque se sumaran de manera entusiasta Ecuador y Bolivia. El Perú de Ollanta Humala encajaba en esos designios, aunque pronto se alejaría. El interés de Chávez fue provocar un debilitamiento del Gobierno en Bogotá mediante un fortalecimiento de los grupos terroristas que lo combatían, principalmente las FARC y el ELN.
«La manera de fortalecer a los narcoterroristas era incrementando la venta de droga, y como los canales que estos habían hecho estaban siendo torpedeados por el Plan Colombia, Chávez les abrió Venezuela», cuenta un venezolano estrecho colaborador de la Administración para el Control de Drogas (DEA) de Estados Unidos. «Chávez dio entonces órdenes a los militares para que no detuvieran las operaciones que en territorio patrio iban a desarrollarse, y con el tiempo los mismos militares se metieron de lleno en ellas». El noventa por ciento de la droga producida en Colombia llegó a distribuirse desde Venezuela.
Había una cobertura ideológica para tranquilizar las conciencias que aún no estuvieran maleadas por la corrupción: en la guerra asimétrica que Venezuela decía combatir contra Estados Unidos todo instrumento era válido para dañar al enemigo.
Fuente: DC|ABC.es