Mucho, poco o nada. Todo depende de la actitud con que enfrentemos la tragedia deplorable de la revolución degradadora, y de la perspectiva en la que nos situemos. Nos queda mucho sí, montados sobre las ruinas miramos hacia adelante, al futuro que podemos y debemos construir en unión, recuperando lo perdido y avanzando más allá. Nos queda poco, si nuestros ojos solo ven el presente dramático y humillante en el que la luz se apaga paso a paso. Nos queda nada si miramos el pasado, aquello que fue y que ya no está, nos lo quitaron y demolieron, lo desdibujaron y lo borraron. Yo apuesto al mucho, al futuro desafiante y promisor que podemos labrarnos cambiando palabras por obras, y socialismo estatista y totalitario por democracia y desarrollo.
La pregunta más frecuente que me hacen en la universidad y en la calle, como profesor y/o como político que soy o fui, está referida a si vamos a salir de la pesadilla y cómo. Mi respuesta invariable es que vamos a pasar la página, y eso será pronto, lo aseguro. Saldremos jugando en todos los tableros, confrontando en todos los terrenos, tanto en la protesta de calle como en la mesa electoral, en el escenario internacional y en los consejos comunales, hablando con civiles y sumando militares a la causa de la alternativa democrática, dando banderas de cambio a trabajadores, campesinos, empresarios, estudiantes y profesionales; saldremos con acción y con oración.
El cambio es la meta, y el camino pasa irremediablemente por la unidad. Con prescindencia de las diferencias y de las motivaciones que nos mueven, sumémonos para derrotar la perversidad. La unidad, llave para abrir las puertas al cambio, comienza por el encuentro y entendimiento de los diferentes grupos políticos, al comprender que lo que está en juego es la patria. La unión nos hará grande, y esa unión -inicialmente de los ya comprometidos- debe sumar a quienes hasta ahora habiéndose mostrado indiferentes, sienten llegado el tiempo de tomar bandera y torcer el rumbo. Un paso más adelante nos llevará a sumar también, con tolerancia, a quienes han estado o tal vez todavía están en la órbita del chavismo, pero, hoy molestos e indignados, constatan que el diosdadomadurismo decadente es podredumbre.
Me encuentro entre quienes piensan que debemos, como lo dije al comienzo de estas reflexiones, jugar en todos los tableros sin dejar pasar oportunidad alguna. ¿Debemos ir a la calle y protestar ante las demoledoras acciones u omisiones de Maduro y Diosdado? Por supuesto que sí, la calle debe conocer de nuestra indignación, es el escenario para alzar la voz. No solo pienso en grandes manifestaciones, sino también en las de acompañamiento a las innumerables protestas que cada día se dan por múltiples y justificadas razones. Allí debe estar nuestra voz.
¿Debemos votar en las parlamentarias? Es un escenario que tampoco podemos soslayar. En las recientes primarias para las parlamentarias participó el doble de los electores que lo hicimos hace cinco años, en señal de que el pueblo también quiere transitar ese escenario. Si ganamos por paliza, produciéndose un tsunami electoral, el fraude que puedan hacer y las marruñerías que puedan aplicar, no serían suficientes para evitar que la alternativa se declare vencedora.
¿La convocatoria de una constituyente podría ser la salida? ¿Por qué no? Exploremos ese camino también, como debemos intentar una arremetida internacional para lo que el terreno ya está plenamente abonado. Desde afuera nos ayudan, pero la lucha debemos darla aquí adentro.
¿Es válido orar por el cambio en Venezuela? Por supuesto, ya está dicho, a Dios rogando y con el mazo dando. Los caminos son plurales pero el objetivo de cambio es uno solo; nos queda mucho de Venezuela si la unidad se hace bandera en la acción. Alcemos con fuerza la voz.
DC / Paciano Padrón / pacianopadron@gmail.com / @padronpaciano