Huangling, una pequeña localidad de la provincia de Jiangxi, en el sureste del país, es presentado como “el pueblo más bonito de China”.
Este pueblo milenario, situado en un valle plagado de terrazas donde se cultiva arroz y colza, está formado por poco más de un centenar de viviendas, la mayoría de las cuales se construyeron hace entre cinco y seis siglos.
En los tejados de las casas, los lugareños ponen a secar maíz, calabaza, pimientos picantes o flores de crisantemo, lo que da a la panorámica un toque de color que contrasta con el blanco y el marrón de las viviendas, con una arquitectura de estilo hui.
Además, invitan al visitante a entrar en sus casas, lo agasajan con pasteles o jiaozi (raviolis típicos asiáticos) y lo animan a participar en sus actividades cotidianas.
La estampa que ofrece Huangling sería idílicamente bucólica si no fuera porque no es del todo real.
Con el objetivo de proteger su belleza, sus habitantes fueron desalojados para que la localidad quedara intacta para el disfrute de los visitantes de fuera.
Así, el pueblo se ha convertido en una especie de museo etnológico o parque temático sobre la vida rural china -con una entrada de 135 yuanes (22 dólares)- y los antiguos vecinos han pasado a ser figurantes en un montaje en el que todo el protagonismo recae sobre el turista.
Un empresario de la zona, con más de una década de experiencia en el sector del turismo, Wu Xiangyang, quedó maravillado al contemplar las vistas panorámicas del pueblo e intuyó que había encontrado en él un filón turístico.
Wu decidió transformar el pueblo en un resort y creó una empresa con este propósito, Desarrollo Cultural del Condado de Wuyuan.
En 2008, Wu se hizo con las viviendas de los alrededor de 300 habitantes que entonces tenía el pueblo y a cambio les proporcionó un alojamiento en municipios cercanos.
“Hace diez años la mayoría de estas casas estaban prácticamente destruidas. Ahora hemos montado un pueblo bonito para que la gente lo visite”, explica el empresario.
Un “experimento”. La compañía de Wu ha restaurado algunas casas de Huangling, ha contratado a antiguos vecinos para que le devuelvan la vida al pueblo, ha abierto bares y tiendas y está construyendo un complejo hotelero de varios edificios, que dispondrá de 350 camas y dará empleo a 350 personas.
“Todo el mundo sale beneficiado”, insiste Wu, quien añade que alrededor de una décima parte de la recaudación de las entradas irá a parar a los antiguos residentes.
Sin embargo, los antiguos habitantes de Huangling, ahora empleados de Wu, no tuvieron la oportunidad de dar su opinión al respecto.
El empresario ha invertido de momento 300 millones de yuanes (unos 49 millones de dólares) de los 500 millones (unos 81 millones de dólares) totales por los que está presupuestado el proyecto.
En los once primeros meses en los que el pueblo abrió al público tras su remodelación, acudieron 200.000 personas a visitarlo, según los datos facilitados por la empresa responsable.
Wu reconoce que Huangling es un “experimento” que ya se está llevando a la práctica y que de cómo resulte esa prueba dependerá si se exporta o no el modelo a otras localidades.
Fuente: DC|EN