La función de este viernes empezó puntual. A las 9 pm retiraron el telón que dejó desnuda una pantalla gigante. Las puertas siguieron abiertas para quienes estuviesen retrasados, pero nadie más entró. Depende de cómo se quiera ver, la sala quedó medio llena o medio vacía.
Fue un show De película, como el título de su nuevo disco, pero no tuvo buena taquilla.
Bajo el sello de Invershow, Gloria Trevi se presentó anoche en la terraza del CCCT con un repertorio que emulaba un maratón cinematográfico. En un espacio de dos horas interpretó sus clásicos y estrenos enmarcados en los géneros de acción, musical, romántico, drama y terror.
Lo hizo con una notoria austeridad en la escenografía y la lista de canciones, si se compara con sus visitas a otros países, pero lo que se ahorró en la tarima lo derrochó en su cuerpo. No solo demostró que mantiene su registro vocal luego de más de tres décadas de carrera artística, sino que a sus 47 años de edad mantiene una figura de maniquí. Casi literalmente, durante la interpretación de 19 temas, «La Trevi» cambió sus llamativas prendas de vestir una decena de veces.
En una sola noche fue una oficial (Cinco minutos), guía de sala (De película), Mujer maravilla (canción del mismo nombre), diva disco (Gloria), dama de compañía (Pruébamelo), Caperucita roja (Habla blah blah), entre otras personificaciones.
En el escenario, además, se hizo acompañar de sus músicos, una corista y cuatro bailarines (uno de ellos venezolano).
Se comunicó con Caracas en todo momento mientras hacía sonar el soundtrack de su polémica vida, que es también el de su «raza», como llama a sus fanáticos. «Este es un pinche sueño hecho realidad. ¡Tantos años esperando!», le gritó a la ciudad que tenía tiempo sin visitar.
«Cada vez que dices mi nombre haces que me sienta chiquita. Haces que recuerde los días que tenía mi cara en el polvo. Cuando gritas ‘¡Gloria!’ es la gloria de Dios. Yo mis recuerdos lo quiero porque me convierten en tu cabrona que soy ahora», comentó la intérprete.
La capital respondió como pudo. Coreó sus canciones, sucumbió ante su provocativo humor, gritó moderadamente y bailó con libertad, pues aunque el lugar no era muy grande, había espacio de sobra entre las personas. Sobre todo en el área preferencial que, a pesar de que tenía un costo de Bs. 4500, tenía menos gente que las gradas (Bs. 18.000) o la sección «Diamante» (Bs. 12.000).
Esta última área, por cierto, estaba justo frente a la tarima. En un momento, la cantante mexicana -interpretando a una dama de compañía- recibió abanicos de billetes de Bs. 100 por parte de varios fanáticos. Trevi prometió invertir todo en una fundación que ayuda a niños en su país, pero algunos le gritaban que se lo gastara en Venezuela porque al transformarlo en moneda extranjera no le alcanzaría para mucho.
Antes de cantar su himno Todos me miran, se acercó al público, lo besó, lo abrazó, y se despidió de él, queriéndolo.
DC – EU