El estado de Texas, en Estados Unidos, ejecutó hoy a Lester Bower, un hombre de 67 años que pasó las últimas tres décadas en el corredor de la muerte condenado por el asesinato de cuatro personas en 1983 y que aseguraba, no cometió.
A Bower lo declararon muerto a las 18.36 hora local (23.36 GMT) tras ser ejecutado con una inyección letal de pentobarbital en la cárcel de Huntsville, según notificó el Departamento de Justicia Criminal de Texas.
Sus últimas palabras fueron: «Mucho se ha escrito sobre mi caso y no todo es verdad. Pero ahora el tiempo ha terminado y es hora de seguir adelante. Quiero dar las gracias a mis abogados por todo lo que han hecho. Ellos me han dado los últimos 25 años de mi vida».
El preso también tuvo palabras de agradecimiento para su esposa, sus dos hijas, amigos y familiares por su «apoyo inquebrantable».
Bower era un veterano del corredor de la muerte texano: tan solo nueve de los 264 presos que lo integran fueron encerrados antes que él, y durante todo este tiempo vivió en primera persona 522 de las 525 ejecuciones realizadas en el estado.
También se trata del preso de mayor edad ejecutado nunca en Texas.
El caso se remonta al 8 de octubre de 1983, cuando Bower decidió comprar una avioneta a Bob Tate, que ese día apareció muerto junto a otras tres personas, todos con tiros en la cabeza, en un aeródromo privado ubicado en un rancho de Sherman, en el norte de Texas.
Los otros cuerpos eran los de Ronald Mayes, exagente de la Policía de Sherman; Philip Good, agente del Sheriff del condado de Grayson; y Jerry Brown.
En un principio, la investigación vinculó los asesinatos con el tráfico de drogas, pero el registro de llamadas de Tate situó a Bower en el lugar del crimen.
Bower fue detenido cuando los investigadores, a los que mintió para que su esposa no descubriera que había comprado la avioneta, encontraron partes del vehículo en su garaje.
Los fiscales del caso acusaron a Bower de matar a Tate para robarle la avioneta y de asesinar a los otros tres cuando aparecieron de forma inesperada, pese a que no había testigos y que nunca se encontró el arma homicida.
«Visto con perspectiva, yo soy el responsable de estar aquí, ya que no colaboré con la investigación», reconoció Bower en una entrevista reciente.
En un recurso de última hora presentado ante el Tribunal Supremo, los abogados de Bower trataron de eludir la ejecución al argumentar que las tres décadas de su cliente en el corredor de la muerte han supuesto un castigo «cruel e inusual», prohibido en la Constitución estadounidense, pero los magistrados lo rechazaron.
Durante este tiempo, Texas había intentado ejecutarlo en seis ocasiones, la última en febrero de este año, pero los tribunales habían suspendido cita tras cita gracias a la estrategia legal de su defensa.
Aunque la mayoría de presos con penas capitales pasan entre 10 y 20 años en el corredor de la muerte, también son frecuentes los casos que superan las tres décadas.
En Florida, Askari Muhammad recibió una inyección letal el 7 de enero del 2014 tras 30 años de espera mientras que Edward Shad, de Arizona, fue ejecutado el 10 de septiembre del 2013 tras casi 35 años en el corredor de la muerte.
Bower se convirtió hoy en el decimoquinto preso ejecutado este año en Estados Unidos, ocho de ellos en Texas.
Desde que el Tribunal Supremo reinstauró la pena de muerte en 1976, han sido ejecutados 1.409 presos en todo el país, 526 de ellos en Texas.
La próxima cita con la pena de muerte será el 9 de junio, cuando Misuri tiene previsto ejecutar a Richard Strong, afroamericano de 48 años, por el asesinato en el 2000 de su novia y la hija de ella, que apenas tenía dos años.
DC | EFE