Arbitrario, sorpresivo, azaroso, imprevisible, a veces el fútbol se hace justicia a sí mismo y regala partidos como esta final de Champions. Juventus, campeón a repetición de su Liga; Barcelona, fundador de estilo, ambos dominadores de Europa, victimarios en las fases previas de Dortmund y del City; del Monaco y del PSG; del Madrid y del Bayern. La Juve y Barça, los mejores. Y en los mejores, Tévez y Messi a duelo abierto de antiguas diferencias subterráneas que parecen haber quedado adormecidas mientras disfrutan cada uno de esplendor y se preparan para ser compañeros de la Selección en la Copa América.
Habrá un ganador y un perdedor. Inevitable. No cambiará la vida de Carlitos ni de Leo aunque el triunfo casi le asegure el quinto Balón de Oro a Messi o proyecte como candidato a Tévez en la terna que seguramente incluirá a Cristiano Salieri Ronaldo.
Messi ha tenido otra temporada impresionante. Tévez también, con menos exposición mediática aunque la maneja mejor que el rosarino. En esa historia de diferencia, ayer Carlitos dio otra muestra: rompió el protocolo y al término del entrenamiento-simulacro en el Olympiastadion concedió una entrevista a Fox Sports. «Messi es el mejor del mundo, yo no me puedo comparar pero a lo mejor yo tengo más carisma», dijo. Messi no habló y sólo dejó una frase de compromiso en Twitter.
Estilos que marcan personalidades.
Tévez se plantó, más a todos sus compañeros que al propio Leo, en pleno Mundial de Sudáfrica cuando el plantel apareció con una torta de cumpleaños el 24 de junio en honor a Leo. Carlos les recriminó que el 20 nadie se hubiera acordado de Pastore. Esas cosas, en los vestuarios, marcan. No hubo enojo personal, sí rumbos distintos. El apoyo incondicional a Maradona tampoco fue bien visto por el grupo que lideraba el silencioso Messi y Tévez no fue convocado a la Selección de Batista hasta la Copa América 2011. «Me dijiste que no lo ibas a llamar» es la frase que ya es leyenda, atribuida a Leo para Batista. «Lo tuve que poner, me lo pidieron», fue la respuesta, nunca desmentida ni confirmada oficialmente pero definitivamente instalada. Sí se supo que Julio Grondona había escuchado a Daniel Scioli pidiendo Selección para Tévez. Sabella se excusó en la frase «no hablo de los no convocados» impidiendo saber por qué no lo convocaba. Igual, no hacía falta. El tiempo, las circunstancias, los cambios de escenario apaciguaron las pasiones ocultas y poco a poco hubo mensajes, señales, frases que ayudaron al acercamiento y al retorno a la convivencia. No están peleados Tévez y Messi pero arrastran una historia que habilita la grieta, sí, también aquí, entre los hinchas. Los argentinos, hoy, frente a la tele, serán hinchas de Tévez o de Messi más que de la Juve o del Barça.
Aproximadamente, se calculó que 150 millones de personas en todo el mundo verán por la pantalla lo que poco más de 70.000 tendrán a pocos metros de distancia en el Olympiastadiom. Verán un espectáculo único entre los mejores jugadores del año, a dos equipos que no son tan distintos como parece sobre el césped, pero sí afuera. Como si hubieran cruzado sus ADN, el Barça de Luis Enrique ganó en explosión, verticalidad y atenuó el tiki-taka, sobre todo desde que se redujo la presencia de Xavi; la Juve sabe utilizar la posesión y es uno de sus rasgos distintivos aunque arrastre el sanbenito del catenaccio italiano.
Barcelona enmascara con el fútbol de su equipo el desastre institucional: este año echó a su director deportivo Zubizarreta, el presidente Bartomeu anticipará las elecciones, está pendiente el juicio por la compra de Neymar y el proyecto de La Masia sufrió un duro golpe porque el Barca se fue al descenso. La Juve, en cambio, tras el infierno de la pérdida de categoría por sobornos arbitrales, se recompuso con la rienda de Andrea Agnelli y su CEO Beppe Marotta: rearmaron el plantel, ganaron cuatro campeonatos y llegaron antes de lo pensado a la final de la Champions.
DC – EC – Foto: Web