Metido en los dominios de una pavorosa crisis cambiaria e inflacionaria, notoriamente divorciado de la matriz de los problemas más graves que vive Venezuela, el gobierno de Nicolás Maduro se alista para remontar la segunda parte del previsiblemente fatídico 2015.
Un estilo particularmente errático e improvisado ha puesto a Maduro en el trance de anunciar, de tanto en tanto, “un revolcón económico”, destinado a acabar con el sabotaje de la burguesía, estamento social y cultural que se supone es responsable del actual estado de cosas. No aparecen las medidas.
Las semanas concluyen, el tablero de la economía se agrava día tras día; la descomposición social toca nuevas cotas en el terreno del absurdo, y el tren ejecutivo actual sigue enfrascado en sus reflexiones extraviadas y completamente idiotas. En términos operativos, además, sobrepasado por los hechos.
La banalización de los problemas y las responsabilidades toca las cotas del absurdo. Hace poco, frente a un panel de Naciones Unidas preocupado ante las noticas que dan cuenta de la escasez de medicinas y comida, un patético Ricardo Menéndez, en calidad de titular de Planficación, escogió de nuevo el pueril el trayecto de triangular las responsabilidades y adjudicarle las culpas a los agentes económicos externos capitalistas.
Bandas de gangsters tomando los caminos del país; el precio del dólar escapado, en medio de una política cambiaria disfuncional y confusa; la inflación, destruyéndolo todo a su paso; cortes periódicos de agua y de luz; ausencia de productos fundamentales; desinversión, diáspora de profesionales, descontrol y depresión ciudadana, presente incluso dentro de las mismas filas oficialistas. El bolívar no vale nada, los productos no se consiguen, no sabemos que pasará con nuestras vidas, y a nadie en este gobierno, parece importarle. Ni siquiera ellos son capaces de explicarle al país en qué consiste la guerra económica.
Los eslabones de la crisis nacional llegan a niveles de lo incomprensible, y el presidente Maduro se aparece cada tanto en las pantallas de la televisión, reflexionando vaciedades, tercerizando responsabilidades, amontonando consignas y evadiendo el calado de esta crisis, que incluye un estado de corrupción sistémico.
Queda preguntarse cuanto tiempo más permanecerá el país en el actual estado de enajenación.
Fuente: DC|Infovzla.net