A las 5:30am conduce su Honda Civic automático del 2006 de su apartamento en la urbanización Isla Dorada al estacionamiento de la Vereda del Lago, llegando a dicho destino 20 minutos más tarde. Baja de su vehículo y empieza su caminata, aumentando el paso a medida que el sol se ensancha e ilumina calurosamente el lago y la ciudad, hasta empezar a correr los dos mil novecientos metros internos que conforman el sitio, recorriéndolo cinco veces en cinco vueltas. Tiene 79 años y su nombre es Alí Petit, un patriarca que corre quince kilómetros cuatro días a la semana por amor a lo heroico y al amor de su vida.
Su historia se remonta a la edad de 45 años cuando a punto de salir de vacaciones, el médico de la empresa en la que trabajaba emite un diagnóstico y un tratamiento que marcaba un punto de inflexión en su vida. “El doctor me consiguió hipertensión arterial y me dijo que hiciera ejercicios, me recomendó caminatas, yo las empecé hacer hasta evolucionar al trote y luego despertó el niño que uno siempre lleva por dentro. De ahí en adelante comencé a trotar con más ahínco hasta que ya corría, todo hasta el día en que se hizo el segundo maratón de Maracaibo, ya que al primero no asistí por falta de condiciones, pero ese segundo si lo hice y gané mi primera medalla, no se caunto tiempo puse ni sé en qué lugar quede, pero llegué y ahí ya le tuve un cariño absoluto a las carreras”.
De las 20 ediciones del maratón Ciudad de Maracaibo que se han realizado, Petit ha llegado a correr en 19, recorriendo las cinco diferentes distancias que ha tenido: de 18 kilómetros a 30, luego 25 , después 42 y ahora 21. Este abuelo de casi ochenta años de edad ha corrido en diferentes estados del país como Táchira, Lara, Valencia, Caracas, Margarita, y en un pueblo de Florida, Estados Unidos, llamado Naples, siendo todo este increíble despliegue físico, una proeza enmarcada en la fortaleza mental, la pasión por el deporte (jugó beisbol y softball) y una dieta, según el, nada exigente en la que nunca puede faltar la arepa y el pescado.
Alí Petit, falconiano nacido en el sector Adaure del municipio Caribubana, pierde la cuenta de la cantidad de maratones en los que ha participado, así como de los logros y reconocimientos obtenidos (en su apartamento hay más de sesenta trofeos y más de ciento cincuenta medallas), sin embargo, nunca olvida la razón por la cual continúa corriendo, participa en las caminatas y colabora con la Fundación Amigos de la Mujer con Cáncer de Mama (Famac).
“Fue hace veintidós años, un 19 de julio, ese día yo iba a salir a las 5.00am a correr veintiún kilómetros, recuerdo que pocas horas antes mi esposa me despierta y me pide un vaso de agua, yo se lo llevé y nos acostamos nuevamente. Cuando me paro para vestirme y despedirme ella ya estaba muerta, tenía cáncer de mama y ya tenía invadido los pulmones, pero sé que su muerte fue tranquila y no sufrió, para mí fue un dolor indefinible.»
La adversidad no terminaría ahí. «Lo peor fue que después del novenario, un primero de agosto, mi madre también pasó a la otra vida, fueron dos golpes terribles en poco tiempo y en ese momento el correr tuvo más sentido que nunca en mi existencia porque me aferré a eso, desde ese momento cada vez que lo hago solo pienso en mi mujer”.
Fue su esposa quien más lo apoyó en su evolución de la caminata al correr, alentándolo y estando pendiente de su participación en las carreras, denotando mejor que nadie la satisfacción que estas han generado en Petit. Y si bien nunca pudo acompañarlo en los recorridos, siempre lo esperaba en la línea de llegada.
Su presencia habitual en la vereda del lago fue por recomendación de uno de sus hijos, ya que antes de empezar a correr en ese espacio, solía hacerlo en la avenida Fuerzas Armadas y la avenida Guajira, lugares en los que fue asaltado en diferentes ocasiones y violentado por un colector de bus, el cual le ocasionó la fractura de uno de sus brazos. Ya al cambiar de lugar la realidad fue considerablemente opuesta, al convertirse él en una figura de profunda admiración y respeto , llegando incluso a ser objeto de inspiración del compositor gaitero Wolfgang Romero, quien le compuso la gaita “ La última curva”, inmortalizando su gesta: La juventud se lleva en el alma… /La vida en la recta final siempre te da opción../ Es que hay cuerpo sin edad/ Es que hay mente sin tiempo/ porque la longevidad es cosa del pensamiento…”
Con sus audífonos puestos escuchando a la Billo Caracas Boys y a Felipe Pirela mientras corre en la vereda, Alí Petit protagoniza sin querer el papel de auténtica celebridad al ser el centro de atención de quienes allí asisten. “Todos me aprecian allá y admiran mis carreras, mi gran voluntad de hacer las cosas, cada rato me toman fotos y cuando hago carreras muchos quieren tomarse fotos y retratarse conmigo para montarlas en las redes sociales. A veces hasta firmo autógrafos, lo mío les causa admiración por mi edad, porque cuando se llega a mi edad es poco común tener esta condición física”.
Nacido un 8 de enero del año 1936, Alí Petit lleva seis años jubilado luego de que en su último trabajo se desempeñase en el departamento de Compra y Aduana de Cementos Catatumbo. También trabajó en la Creole Petroleum Corporation, Nitroven en El Tablazo y Enelven. Tiene tres hijos (quienes curiosamente ninguno ha seguido sus pasos en el maratonismo) y tres nietos. Su película favorita es “El puente sobre el río Kwai”.
Lo irreductible de la naturaleza y el denominador común, suele emitir la premisa de que mientras ocurre el indetenible correr del tiempo, perdemos la energía y el brío de la juventud en detrimento de la experiencia y la sabiduría. Sin embargo, siempre existen los hombres extraordinarios, quien como este patriarca falconiano, rompe el paradigma para ser un ejemplo y un auténtico modelo a seguir, al ser la excepción de la regla y conseguir a base de constancia y disciplina lo que muy pocos pueden alcanzar.
Alí Petit continúa corriendo en su aún firme e impetuoso ritmo, esperando que tal vez en una de sus eternas carreras, ya en la línea de llegada, pueda encontrarse nuevamente con el amor de su vida, bajo los acordes del maestro Billo Frometa, y la voz del bolerista de América.
Luis Orozco/DC/@diariocontraste