Para siguen de cerca la guerra contra el narcotráfico, estos nombres encarnan aproximadamente cuatro generaciones de narcotraficantes colombianos. Blanco simboliza la era de los “vaqueros de la cocaína” en la década de 1970 cuando los traficantes se mataban entre sí en las calles de Miami. Escobar, líder del Cartel de Medellín, fue el primer rey de la droga en la década de 1980. Rodríguez Orejuela, con su hermano Miguel, dirigió el Cartel de Cali en la década de 1990. Ahora, en el 2015, Úsuga es la cara más reciente del narcotráfico como jefe del Clan Úsuga –supuestamente la organización criminal más peligrosa de Colombia, parte de las llamadas bandas criminales o “bacrim” que Washington y Bogotá están combatiendo en forma conjunta.
El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, y varios altos funcionarios estadounidenses, entre ellos el fiscal federal de Miami Wifredo Ferrer, se reunieron en Bogotá el mes pasado para anunciar la nueva iniciativa conjunta contra las bacrim.
El 23 de junio, Ferrer viajó a la capital colombiana a anunciar –junto a Santos– los encausamientos y detenciones de 17 miembros del clan Úsuga. Al menos 12 personas están actualmente bajo custodia en Miami, Colombia y España, pero algunos siguen en libertad, incluyendo el propio Úsuga, por cuya captura el Departamento de Estado está ofreciendo una recompensa de $5 millones.
“El objetivo es desmantelar estas organizaciones criminales y eliminar la amenaza contra la seguridad que estos grupos representan para nuestra región y la comunidad internacional”, dijo Ferrer en una entrevista desde Bogotá en el día de la convocatoria.
Úsuga ha emergido como símbolo del esfuerzo más reciente de las autoridades estadounidenses y colombianas para seguir combatiendo el narcotráfico y las nuevas organizaciones criminales; un esfuerzo que recuerda as operaciones previas dirigidas contra los principales traficantes de drogas de antaño.
Un análisis de las anteriores acciones contra los narcotraficantes sugieren que el esfuerzo conjunto es una tarea de nunca acabar. Los traficantes son arrestados o muertos, pero pronto surgen otros para ocupar nuevos espacios. Es una guerra que se ha extendido por casi medio siglo.
Todo esto parece haber comenzado a surgir como problema en los Estados Unidos a mediados de la década de 1970, cuando Blanco –que pertenecía inicialmente a Cartel de Medellín– se instaló en Nueva York. Allí fundó una red de tráfico de drogas, importando cocaína desde Colombia y luego vendiéndola en Manhattan, Brooklyn y otros distritos de la ciudad.
Cuando las autoridades estadounidenses acusaron formalmente a Blanco, por entonces conocida como la “Madrina de la Cocaína”, ella huyó a Colombia. Pero a finales de la década de 1970 entró ilegalmente de nuevo a Estados Unidos y se reubicó en Miami. Logró reconstruir su red de narcotráfico en Miami en medio del caos y de las balaceras de los cocaine cowboys. Los investigadores eventualmente la vincularon a varios asesinatos, incluyendo un tiroteo en 1979 en el centro comercial Dadeland Mall, donde los asesinos llegaron en una camioneta y mataron a dos narcotraficantes rivales.
Finalmente fue arrestada en 1985 y, luego condenada a tres penas consecutivas de 20 años cada, pero sólo estuvo presa 13 años antes de que fuera puesta en libertad y deportada a Colombia en el 2004. En el 2012, un asesino en una motocicleta la mató en Medellín. Tenía 69 años.
Luego de la era de los cocaine cowboys, el nombre de Escobar empezó a surgir. Para mediados de la década de 1980, Escobar había transformado el Cartel de Medellín en una verdadera máquina exportadora de drogas que le ganó el titulo de “Rey de la Cocaína”.
Envió toneladas de cocaína a Estados Unidos a través de su flota de aviones y barcos. Preocupado por la posible extradición a Estados Unodos, Escobar se entregó a las autoridades colombianas en 1991, pero continuó dirigiendo su imperio desde la cárcel. Un año más tarde, en 1992, escapó de la prisión, desatando una cacería que al año llevó a su localización y muerte. Tenía 44 años.
Después de que mataron a Escobar, las autoridades colombianas fueron tras los líderes del Cartel de Cali, entre ellos los hermanos Orejuela. Gilberto fue capturado en 1995, pero se fugó en el 2002. Fue recapturado un año más tarde y extraditado a Estados Unidos, donde aún se encuentra cumpliendo una condena de 30 años. Tiene 76 años.
El hermano de Gilberto, Miguel, también fue capturado y extraditado a Estados Unidos, donde cumple una sentencia prevista a finalizar en el 2030. Tiene 71 años.
A medida que los carteles de Cali y Medellín se derrumbaban, junto con la desmovilización de las fuerzas paramilitares a mediados de la década del 2000, las bandan criminales –o las “bacrim”, como se les conoce– comenzaron a surgir.
Para el 2011, las bacrim se habían convertido en una amenaza y las autoridades estadounidenses anunciaron una iniciativa conjunta con Colombia para acabar con los grupos.
El fiscal federal Ferrer de Miami anunció el 9 de febrero del 2011 la creación de una unidad dentro de la sección antinarcóticos de su oficina dedicada a desmantelar las bacrim.
“Esta es la primera unidad de este tipo en la nación diseñada específicamente para atacar las bacrims”, según un comunicado de la oficina de Ferrer. “El Distrito Sur de la Florida es la primera y mejor línea de defensa contra la importación de grandes cantidades de cocaína adentro de nuestras fronteras”.
También dijo: “El gobierno de Estados Unidos no descansará hasta que erradiquemos las bacrim y destruyamos su capacidad para ejercer su negocio, como lo hicimos con los antiguos carteles de la droga”.
Ferrer y otros funcionarios estadounidenses intensificaron la lucha contra las bacrim el mes pasado cuando viajaron a Bogotá para hacer el anuncio conjunto con el presidente colombiano sobre las acusaciones formales contra miembros de la delincuencia.
El principal sospechoso acusado en Miami y Brooklyn es Úsuga, también conocido como Otoniel. Es un ex miembro de las fuerzas armadas colombianas y de una unidad paramilitar. Tiene 43 años.