Cientos de estadounidenses y cubanos verán ondear este lunes la bandera cubana en el cielo de Washington frente a la misma embajada que cerró sus puertas hace más de medio siglo, un edificio centenario que ha sobrevivido a décadas de enemistad política y dificultades económicas.
Un flamante mástil para izar la bandera, un jardín renovado y una verja recién pintada darán la bienvenida a los 500 invitados estadounidenses y los 30 miembros de la delegación cubana que asistirán a la histórica ceremonia de reapertura de la embajada de Cuba en Washington.
Aunque la mansión de estilo francés perdió el rango de embajada en enero de 1961, tras la ruptura de relaciones diplomáticas, desde 1977 ha funcionado como Sección de Intereses de Cuba en Washington, bajo la protección del Gobierno checoslovaco y después del suizo.
La placa que se refiere ahora a Suiza en la entrada del edificio dejará paso el lunes a un cartel de “Embajada de Cuba”, a tiempo para la visita de Bruno Rodríguez, el primer canciller cubano que visita oficialmente Washington desde 1959.
Los cientos de invitados a la ceremonia del lunes abarrotarán el recibidor de la mansión, presidido por una enorme escalera de mármol y adornado con los escudos de las seis provincias en que estaba dividida Cuba cuando el edificio se construyó, en 1916.
Comparada con el inmueble gris de siete pisos que se convertirá el lunes en embajada estadounidense en La Habana, la futura misión cubana es un edificio pequeño, aunque su elegante fachada le confiere el aire imponente de las grandes mansiones de Washington.
La mansión comenzó a erigirse en 1916, cuando el Gobierno cubano contrató a la firma local MacNeil & MacNeil para diseñar su legación en Estados Unidos, un estatus inferior al de embajada que se aplicaba cuando el jefe de la misión tenía rango de “ministro” y no de embajador.
Un año más tarde, la diplomacia cubana se instaló en la mansión de estilo neoclásico, una corriente poco habitual en Cuba que fue elegido porque “pertenece a todo el mundo”, según dijo entonces el “ministro” jefe de misión, Carlos Manuel de Céspedes Quesada.
En 1923, el edificio fue elevado a categoría de embajada y desde entonces acogió a varios presidentes cubanos de visita en Estados Unidos, incluido Fidel Castro en abril de 1959.
La embajada cerró sus puertas en enero de 1961, tras la ruptura de relaciones diplomáticas, y el edificio quedó vacío, aunque protegido por el Gobierno de la entonces Checoslovaquia, elegido por Cuba para representar sus intereses en el país norteamericano.
En 1977, Estados Unidos y Cuba llegaron a un acuerdo para abrir secciones de intereses que les otorgarían una presencia diplomática limitada en las respectivas capitales, y el Gobierno cubano reabrió la mansión en la calle 16.
Desde entonces, el Gobierno suizo ha sido el responsable técnico de la Sección cubana, cuya representación es muy inferior a la de Estados Unidos en La Habana -unos ocho diplomáticos cubanos frente a los 50 estadounidenses- y en ambos casos tienen notables restricciones de movimiento, que se suavizarán cuando se abran las embajadas.
Los siete jefes que ha tenido la Sección de Intereses cubana en Washington han vivido momentos de tensión política, como la llamada “crisis de los balseros” en 1994, la disputa en 1999 sobre el destino del “balserito” cubano Elián González y el progresivo recrudecimiento del embargo económico a la isla desde 1980.
La Sección cubana soportó incluso dos intentos de atentado en su edificio en 1978 y 1979, que no causaron grandes daños y de los que se responsabilizaron grupos anticastristas radicales.
Tampoco faltaron los estragos económicos: en marzo de 2014, Cuba perdió su relación financiera con el banco M & T, y estuvo más de un año sin encontrar una nueva entidad para hacer sus operaciones en Estados Unidos, hasta que en mayo pasado firmó un contrato con la entidad Stonegate de Florida.
La negativa de decenas de bancos en Estados Unidos a negociar con el Gobierno cubano por temor a las sanciones obligó a la Sección de Intereses a guardar todo su dinero en efectivo y reducir al mínimo sus servicios consulares.
La futura embajada cubana está coronada por una enorme cúpula con vidrieras e incluso cuenta con un pequeño bar, bautizado en honor al célebre escritor estadounidense Ernest Hemingway y que únicamente abre su barra en ocasiones selectas, precisamente como la que tendrá lugar el lunes.
DC – EFE