Marlon S. Jiménez García: ¿Fin de las ideologías?

 

Aunque los conceptos de izquierda, de derecha y sus derivados, permanecen en agenda de uno que otro partido político en el mundo para marcar sus principios meta políticos de su filosofía de acción; es verdad, que es la “primacía de la realidad” la que marca la pauta entre los Estados y sus ciudadanos. Esos conceptos de llamar de “izquierda” o de “derecha” la actuación política e histórica, tienen desde sus propios orígenes una naturaleza sesgada y simplista. Aunque estos concepto políticos no sean según muchos, éste autor incluido, idóneos para definir la identidad política de los ciudadanos, el hecho es que son frecuentes para posicionar planteamientos y posturas ideológicas en la actualidad.

 

Durante la Revolución Francesa (que dio inicio a la Edad Contemporánea) dos partidos políticos se disputaban el poder en la Asamblea. Por un lado, a la derecha de la Presidencia de la Asamblea, los Girondinos, un partido moderado que propugnaba con derecho el sufragio no universal, del que excluía a las clases no proletarias y que defendía la alianza con la nobleza para establecer en Francia una monarquía parlamentaria. Por contra, a la izquierda, los Jacobinos, un partido conformado por radicales, que defendían un sufragio universal que extendían a todos los miembros de la población y la instauración de una República. Estos últimos tenían el apoyo de las clases más populares, mientras que los Girondinos eran apoyados por los burgueses, proletarios y algunas capas de la nobleza. En las deliberaciones de la Asamblea se acostumbraron a la ocupación original y de allí nació el término de izquierda y de derecha; de aquí la división, que aun perdura en el ámbito de las ideologías. Bajo esa concepción ideológica nacieron los partidos: liberales, conservadores, comunistas, anarquistas y escisiones como socialdemócratas, socialcristianos, laboristas, entre otros.

 

Sin embargo, es importante señalar, que en esa época los radicales (jacobinos) crearon bajo el influjo del poder, un período llamado la “revolución del terror” que dirigió a su tiempo ROBESPIERRE, quien ejecutó en la guillotina a muchos adversarios y a la caída del terror, fueron medidos con la misma vara, fueron guillotinados de igual manera. Para la época, obviamente, ya existía “El Contrato Social” propuesta de organización democrática realizada por Jacques Rousseau, en esa obra, se afirmaba “que el poder que rige a la sociedad es la voluntad general que mira por el bien común de todos los ciudadanos. La moral y la razón se hacen evidentes en la sociedad al establecer un MODELO NORMATIVO capaz de crear un orden social que evite la dominación de unos sobre otros y que involucre una representación participativa de todos los miembros de una sociedad.”

 

Según Rousseau, el “Contrato Social” le abre paso a la DEMOCRACIA, de modo tal que todos los miembros reconocen la autoridad de la razón para unirse por una Ley común en un mismo cuerpo político, ya que la Ley que obedecen nace de ellos mismos. Esta sociedad recibe el nombre de República y cada ciudadano vive de acuerdo con todos. Estas leyes están desarrolladas conforme al orden social establecido del pacto y no por las convenciones humanas de un solo individuo. Robespierre, en su radicalización ejecutora, interpretó a Rousseau de manera malévola, generando lo que llaman los historiadores una “transfiguración monstruosa” del contrato social en lo relativo a las condenas a muerte o al exilio de aquellos que traicionan la voluntad general del contrato, para justificar sus tropelías al frente de su autoritarismo gubernamental.

 

Todo radicalismo que atropelle para llegar y mantenerse en el poder y traspase las Leyes republicanas, es contrario a los principios democráticos y un ataque frontal a las libertades. Así, a lo Robespierre han llegado los comunistas al poder: Lenin, Stalin, Mao, Fidel, Kim Jon (dinastía), los socialistas Hitler, Mussolini y el “comandante eternamente enterrado” y su engendro heredero. La izquierda radical en el mundo contemporáneo ha sido y será un fracaso. Hoy los pueblos quieren es “calidad de vida” para sus hijos, quieren libertad colectiva, pero, mucha fortaleza en la individual, quieren una sociedad justa, con un Estado de Derecho consolidado, una pluralidad política y ética. Al Dr. Francis Fukuyama, a pesar de las críticas recibidas por su obra “El fin de la historia y el último hombre”, publicada en el año 1992, el tiempo le está dando la razón, porque su teoría: de que la historia humana como lucha entre ideologías ha concluido, ha dado inicio a un mundo basado en la política y economía de libre mercado que se ha impuesto a la utopía tras el fin de la guerra fría. Ni Derecha, ni Izquierda; solo libertad.

 

DC / Marlon S Jiménez García / Profesor Universitario / Marjimgar54@hotmail.com.

 

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