Confeccionar el menú de un restaurante no es tarea fácil ya que debe reunir una serie de características para que sea atractivo, rentable, de fácil y ágil lectura a la hora que el comensal decida saciar su apetito.
La carta debe ser equilibrada en el número de platos que se ofrecen, ni muy extensa ni muy corta, un término que condense lo justo y necesario. El exceso de oferta gastronómica cae en lo ridículamente pretencioso y el comensal cuando esté por el plato 35 no se acordará ni de los entremeses ni de las sopas ni de nada y tendrá que releer el innumerable número de condumios, a veces con nombres rimbombantes que casi siempre resultan un fiasco culinario.
Pero todo eso que corresponde a la ingeniería de un menú o elmarketing gastronómico es un tema largo y complicado que se podrá analizar en otro momento. Lo que verdaderamente preocupa son los errores y horrores de ortografía a la hora de escribir una «simple» lista con los nombres de los platos que se ofrecen en un restaurante, independientemente de su categoría, con estrellas o sin ellas; bien sea lujoso y primorosamente impreso, escrito en una sencilla cartulina, un cartón plastificado y mugriento, a mano en un papel o en una pizarra con el menú del día.
La tarea a veces no es fácil porque así como hay muchas palabras que son importadas directamente de otros idiomas, pero que la Real Academia Española de la Lengua ha adaptado y adoptado con algunos cambios en su grafía, existen otras en las cuales eso no ha sido posible por diversas circunstancias y permanecen intactas de un idioma a otro, hasta que con el tiempo se hacen válidas por el uso cotidiano y extenso.
Comenzar con unos simples y correctísimos espagueti al dente puede ser una pesadilla por las muchas y variadas denominaciones que van desde «espaguete» o el supuesto plural «espaguetes», pasando por «spagetti», «spagetis» o «espaguethi» con «h» intercalada y todo.
Para italianizar las palabras los restaurantes están mandados a hacer. No es necesario escribir caponatta si nuestro idioma acepta la correspondiente caponata. Igualmente sucede con los ricos ñoquis que se empeñan en presentarlos como gnocchi, en una carta escrita supuestamente en correcto español. Dentro de los italianismos no escapa el rico minestrone que también puede presentarse como menestrón (ambas correctas y aceptadas) pero se cuela a veces una minestra, que en realidad no se corresponde con el plato italiano, porque ésta se refiere a una sencillita pero nutritiva sopa.
Y qué decir de la ensalada caprese que pasa por «capressa» o «capresse», porque la doble s la hace más italiana. Igual aplica para el correctamente escrito y válido queso mozarela, sin necesidad de recurrir a la doble z y a la doble l del italiano «mozzarella«.
Las carnes se complican con el idioma
La sección de carnes es todo un tema porque indefectiblemente el bistec suele convertirse en «bisteck», «biftec» o «bisteack». La palabra bistec y la también aceptada bisté, son hijas directas del muy inglés beefsteak. Pero, ojo, si estamos en la Reina del Plata léase el gran Buenos Aires, solo encontrará la palabra bife, adaptación de la también sajona beef. Parecido es el caso del rosbif (roast beef) que se presenta escrito como «rosbis», «rostbis» y hasta un increíble «rosvi».
Pero cuando abandonamos el sencillito bisté y nos adentramos en preparaciones más sofisticadas encontramos un «gordon blue» o en su defecto «gordon blu», que también tiene apariencia de «gordon blus» o lo que es peor un «coldon blu» (sic). Ya se habrán dado cuenta de que su nombre de pila es cordon bleu. Pero la cosa se complica cuando vemos escrito el ruso strogonoff de lomito por un «estrogonó» o «extrogonó», eso sí, siempre de apreciado y suave lomito con su respectiva salsa, pepinillos y champiñones.
Un medallón de carne es un filete mignon, pero por una manía de recargar el nombre para hacerlo más llamativo queda el mismo filete pero de «migñón» o aún más grave puede ser un «filé mignón». Antes de abandonar las carnes no podemos obviar la «morzilla» con la z para hacerla, quizá, más española. La auténtica morcilla con su debida letra c casi nunca aparece. También leemos el «cosido español» o «cosido ibérico». Será que lo cosen con aguja e hilo en lugar de cocerlo en la cocina a baja cocción. Se han visto «enrrollados» de pollo con doble rr; pollos a la «broster» por broaster y mondongos light. ¿Serán efectivos para las dietas?
El muy americano y práctico sándwich, aceptado en el habla culta de los hispanoparlantes con acento y todo no pega una, siempre termina como un «sánduche» o lo que es peor en un «sánguche» con «bayonesa». Por cierto en España bayonesa es un pastel de hojaldre relleno de cabello de ángel; pero nuestros sándwiches confunden mayonesa por bayonesa, error frecuente sin distingo de ámbitos sociales. En todo caso podría ser mahonesa por su casi seguro nacimiento en Mahón, capital de la balear Menorca, larguísima discusión que no viene al caso sobre el origen de esta salsa espesa a base de huevos y aceite que ya es del dominio internacional. Y cercana está Valencia con su famosa fideuá, pero en no pocos restaurantes se empeñan en venderla como «fideguá».
También nos hemos topado con una «paella plateada» o un «arroz a la marinera plateado», pero no piensen que los granos son de color plata o los mariscos están teñidos de argentum, sino que es una manera poco ortodoxa de explicar que la preparación viene servida directamente en un plato, por eso el «plateado». Parecido es el caso de la ensalada «rayada», no es que tiene rayos ultravioletas ni líneas o rayas, sino que debería ser rallada con un rallador de rallar vegetales que muchas veces se presentan como «sanahorias», «berengenas» y «calabasines» y ¡Aunque usted no lo crea! hasta «repoyos».
Los refrescos o gaseosas se convierten en «frescos», aunque la palabra no esté mal escrita, no es la correcta ni apropiada. Pero el sintético Nestea se convierte en un británico «Nesty» por su pronunciación, así como la toronja o pomelo que en inglés esgrape fruit sufre una transformación a «graifrú». El caso de la lechosa es extraño porque «lechoza» se ha convertido erróneamente en casi de escritura común.
Los postres no escapan a este apetito en contra de la ortografía del léxico gastronómico. El banana split es un clásico ejemplo porque muta a banana «esplis» o «splis». El peach melba en «pis melba» o «la copa melva» y ni hablar de la mousse en «mus», «muss» o de un roedor «mouse«, así sea de chocolate o de la criollísima parchita, que es preferible a una passion fruit o fruit de la passion.
Siempre se finaliza con un pousse café que ha devenido en «plus café» o «plús caffé», así con doble f para que sea más italianizado. ¿O será que en estos establecimientos solo se sirve café, café y más café?
DC\Estampas