No hay enemigo pequeño. Algo que saben bien aquellos que sufren de varices, un trastorno vascular que, pese a que normalmente no es grave, puede llegar a convertirse en una molesta (y antiestética) pesadilla. Pero ¿qué es una variz?
Para entenderlo, lo mejor es mirar un dibujo de nuestro sistema circulatorio: allí veremos que la sangre circula por arterias y por venas. Mientras las primeras llevan la sangre desde el corazón hasta todos los rincones de nuestro cuerpo, las venas son las encargadas de retornarla al corazón gracias a unas válvulas que tienen en su interior y que impiden que la sangre retroceda. Un trabajo que hacen combinando su esfuerzo al de los músculos de las piernas y a la presión que, al caminar, ejercemos sobre los vasos sanguíneos de la planta de los pies.
«Pero cuando las válvulas están enfermas y son incompetentes para su función, impiden que este sistema de bombeo funcione. Entonces las venas no pueden cumplir su misión y la sangre se va acumulando en ellas, dilatándolas y volviéndolas tortuosas. Eso es lo que vemos por fuera. Esa es la variz», explica el dr. Alejandro Sierra Martínez, jefe de Flebología de la Clínica Universidad de Navarra.
¿Por qué a mí?
El ciclo de aparición y desarrollo de varices está íntimamente ligado a los diferentes momentos hormonales de la mujer: «Con la menarquia el primer periodo menstrual se inician en jovencitas predispuestas genéticamente las primeras manifestaciones patológicas, como derrames y pequeñas varicosidades», explica la dra. Josefa Córdoba, cirujana de la clínica S&0.
Más adelante, el embarazo marca un antes y un después en la aparición de las varices, pues en ese momento las venas padecen la influencia de tres factores que actúan negativamente sobre su integridad: el aumento hormonal, la compresión del útero sobre las venas y el aumento de peso.
El desequilibrio hormonal de la menopausia también afecta negativamente a la circulación y provoca la aparición de varices de mayor magnitud. Para rematar el cuadro, los anticonceptivos orales también pueden producir fallos en las válvulas de las venas reticulares. Con este panorama, no es de extrañar que las mujeres tengamos cinco veces más papeletas que los hombres para sufrir varices.
¿Cuándo debo preocuparme?
Las varices no aparecen de la noche a la mañana, forman parte de un proceso que puede ser más o menos largo. En la fase inicial se empiezan a ver unas venas finas de color violáceo; son las arañas vasculares, un problema estético. «Estas arañitas son el grado mínimo de la insuficiencia venosa; pueden quedarse ahí, pero también evolucionar hacia una variz abultada» explica el Dr. Sierra Martínez.
Continúa: «Los problemas surgen cuando, además, comienza a haber síntomas más molestos, como pesadez y cansancio en las piernas, dolor, calambres, hormigueos, picor, escozor, edema… Si no se actúa en esa fase, se puede llegar a estadios más graves, en los que la sangre tinta la piel de un color marrón. El grado máximo de afectación es la úlcera cutánea».
¿Me opero?
«Hasta hace unos años, se sometía a los pacientes a cirugía para extirpar la vena safena [la gran vena superficial del muslo y la pierna]» señala el dr. Sierra Martínez. «Hoy, tenemos disponibles métodos menos agresivos que dejan la vena en su sitio». Las técnicas que se emplean ahora son laescleroterapia con microespuma, la radiofrecuencia y el láser endovenoso. Diferentes mecanismos para provocar una fibrosis en la vena afectada. Cada técnica tiene sus ventajas.
«La microespuma es ambulatoria y puede, en solitario, acabar con todo tipo de varices. Pero requiere de varias sesiones de aplicación. Por otra parte, somos muy pocos los médicos especializados en esta técnica, que requiere mucha experiencia», concluye el dr. Sierra Martínez.
Cuando se produce una insuficiencia venosa marcada, las recaídas no son infrecuentes. En esos casos, recomiendo el láser endovenoso, un método mínimamente invasivo, ambulatorio y con un buen postoperatorio. Con él se minimizan las posibilidades de recaída por aparición de dilataciones en venas colaterales, asegura el dr. David Fernández Caballero, especialista en Angiología y Cirugía Vascular del Instituto Médico Láser.
Y después, ¿qué?
Toda persona con problemas circulatorios debe adoptar hábitos que mejoren los síntomasy eviten complicaciones. Uno es el uso de medias elásticas de compresión. También es importante hidratar la piel de las piernas, evitar los focos de calor y realizar diariamente una sencilla gimnasia (caminar de puntillas, pedalear en el aire, andar sobre los talones…).
Todas estas recomendaciones son válidas aunque te hayas operado, porque evitarán las recaídas. Por otra parte, el médico puede prescribir un anticoagulante que limite o elimine la acumulación de glóbulos rojos en los tejidos.
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