Autoridad moral, por Luis Barragán (@LuisBarraganJ) 

La viejita – expresión cariñosa a la que no llega el frío término “tercera edad” – se acercó lentamente, en una de las calles de Palo Negro, estado Aragua.Poco a poco, en medio de la visita casa por casa, propia de la faena electoral, nos haló del brazo y, orientándonos a la puerta de su vivienda, palabras más, palabras menos, nos dijo que había visitado recientemente un edificio próximo a la sede de la Asamblea Nacional: Mijito, vi una cosa que creí que únicamente pasaba aquí, imagínese usted.

Nos relató que, al cruzar  por el Centro Simón Bolívar, observó que dos policías abordaron a un adolescente amorralado y lo condujeron a un rincón del deteriorado edificio. Ella, se detuvo so pretexto de arreglarse, aunque el nieto la apremiaba para la diligencia de la pensión que todavía no le llega, y grabó en su cabeza la escena, dándonos un testimonio de impotencia en clave de telenovela.

– Un policía descubrió una cadenita que llevaba el muchachito y se la arrancó del cuello, mirando hacia los lados. A lo mejor pensó que esta viejita ni sabrá dónde está parada. El otro, no recibió la cédula del carricito que estaba aterrorizado, sino que le jurungó toda la cartera. Mi nieto se devolvió y cuando supo lo que yo miraba, quería que caminara más rápido. Dejé caer mi bastón para grabar más, diputado, porque ¿usted es diputado, no? Caramba… yo trabajé planchando en la casa de un diputado de esos que nada más trabajan en Aragua, no era de lo que están allá en Caracas que aparecían cada rato en televisión… Espero no molestarlo con esto…
– De ningún modo me molesta y le acepto el cafecito…
– Bueno, mijito, le revisaron el bulto ese que se lleva en la espalda. Parecían unos buitres repartiéndose unos coroticos y la plata. El carricito tenía dos celulares y los policías se lo repartieron. Le dieron un empujon al niñito contra a pared. Miraban los policías a los lados y mire usted que en mí no se fijaban los pendejos esos. Con esa cara de ogros, el que los miraba por un momentico seguía de largo asustadito. En eso regresó bravísimo mi nieto y me apuró. Le conté. Él me dijo que me apurara y me llevó en tarara hacia arriba. Después me contó que en esas cosas es mejor no meterse porque lo hubieran parado a él y le hacen lo mismo o, ¿quién sabe si  encuentran o siembran de mariguana al carricito y me meten en un paquete? ¿Ustedes los diputados no se encargan de esas vainas? Me dio lástima dejar a ese muchachito asustadito pero debía seguir…

Por las señas de los compañeros de la ruta tenía que proseguir, tratano de orientar a la viejita que echó el cuento en tono confidencial, meditando sobre la necesaria autoridad moral que ha de distinguir a todo funcionario público y, más aún, si es agente  policial. Es tarea del diputado denunciarlo, ofrecer iniciativas de saneamiento, diligenciar los recursos y procurar un empleo pulcro, impulsar proyectos de leyes relacionados, siendo la principal: escuchar, escuchar y escuchar, por más reiterada que sea la escena, para ganar también la autoridad moral necesaria:, pues,  sin ella, no es posible deliberar, legislar, controlar, presupuestar, autorizar, protestar y comprometerse.

DC / Luis Barragán / Diputado AN / @LuisBarraganJ

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