A nuestro país – del que nuca pudimos ni soñar que llegaríamos a este estado de postración – ya ha llegado a esa fase previa al desastre final en donde ya son muy pocos los que pueden sobrevivir, y no se trata de que se gane o no unas parlamentarias, sino el por dónde empezar para salir de tamaño atolladero.
Pensar que lo lograremos con un presidente que ni nacido en esta tierra como afirman algunas figuras serias; o creer que esa parafernalia de discursos incoherentes pueden convencer a propios y extraños de que se tiene la razón o ver cómo se va aislando al país por todas sus fronteras como construyendo una gran cárcel al estilo de Cuba, son todos factores que nos obligan a reaccionar. Nadie en su sano juicio puede pensar que nos merezcamos esto por lo que estamos pasando.
El problema no es sencillo de resolver. Unos hablan de abrirnos a la inversión extranjera sin cortapisas, pero se olvidan que hay que pagar una deuda externa gigantesca que absorbe gran parte de nuestros ingresos; otros, que hay que privatizar hasta la ´´respiración´´; los idealistas, que hay que lograr una concertación donde la clase trabajadora debe aportar una gran parte del sacrificio… un poco, volver a lo de antes pero con otra etiqueta que algunos llaman ´´reconstrucción nacional´´ ¿Es esto posible?
De momento ya estamos en la antesala de una crisis humanitaria donde lo prioritario es la alimentación, la salud y la educación. El plano institucional, políticos y empresarial se acercan a acuerdos, pero hasta la fecha no han logrado objetivos concretos salvo mucha frustración; los militares – que son el fiel de la balanza -, están muchos como el aquí y allá, o en todas partes, lo que se sabe es que están en lo suyo, haciendo negocios y matándose entre ellos. Deducimos entonces que no hay para donde correr.
Algunos pensamos que el señor Maduro puede ser reemplazado pero de seguro sería por alguien igual o peor. Eso no lo decide él, eso lo deciden los cubanos y los generales que lo sostienen. Hasta la presente les sirve y les firma los cheques. Ambos están cumpliendo su parte; esto es que muchos no han entendido que al igual que los viejos caudillos del siglo XIX, ya gobiernan sobre tierra arrasada y cenizas; se sienten a gusto haciendo lo que están haciendo y dominan bien esa técnica que priva la barbarie sobre la civilización y donde el tiempo se devuelve.
Ese el modelo que se construyó con el difunto, los Castro dándole así el perfil y la orientación patética del caudillismo del siglo XVIII y XIX que siguen como un receta y al pie de la letra para así conservar el poder, pero nada más. Lo que nos lleva a una reflexión final a través de una simple interrogante: ¿Quiénes van al abismo, ellos o nosotros? Por los vientos que soplan, falta poco tiempo para conocer la respuesta.
DC / Dr. José Pons B/Secretario General MAS-Zulia-Demócrata convencido-Psicólogo / @joseponsb