«Hace años que se han convertido en una opción habitual en la dieta de muchos hogares, sustituyendo otros productos más tradicionales. Bien combinados, junto a un lácteo, un jugo o una pieza de fruta, proporcionan un desayuno equilibrado y el aporte calórico necesario para empezar el día con energía», explica la nutricionista Ana María Torrella (amatorrella@gmail.com). Sin embargo, la experta recomienda no consumirlos diariamente y fijarse bien en los ingredientes del empaque, para escoger los más saludables.
Para todos los gustos
El ingrediente fundamental en estos alimentos, que define su carácter energético y su valor nutritivo, es el cereal o la mezcla de varios. La mayoría se obtienen a partir de diversos granos, en mayor medida de trigo, maíz y arroz, solos o mezclados, y en ocasiones, de la combinación de harinas (maíz, arroz, avena y trigo).
De hecho, se pueden encontrar unas cuantas variedades de cereales en las estanterías de los supermercados, ya sea presentados en su forma más natural o enriquecidos con miel, chocolate, frutos secos y esencias, entre otros ingredientes. A la hora de elegir, cada quien tiene sus preferencias, pero conviene hacerlo sabiendo lo que se está consumiendo y si realmente se ajusta a las necesidades nutricionales y calóricas de quien los ingiere.
Información exagerada
La propaganda del envase que promete menos calorías o más fibra puede llevarle a engaño: ¿Menos calorías en relación a qué y más fibra comparada con qué?
A estos cereales se les adjudica la cualidad de ser alimentos funcionales, que pueden contribuir a mejorar el estado nutritivo y de salud de quienes los consumen. Pero su valor nutritivo, en esencia saludable, se desvirtúa cuando el resultado es un producto muy azucarado, demasiado salado o con grasas insanas como las saturadas y, peor aún, las grasas trans.
«La mejor forma de salir de dudas es leer atentamente el etiquetado nutricional del producto. Puede darse el caso de que unos cereales anunciados como dietéticos tengan más calorías que otros que no lo hacen, o que, entre dos de similar aporte calórico, uno sea nutricionalmente más interesante porque presenta mejores niveles de fibra, vitaminas o menos porcentaje de grasas saturadas», manifiesta la experta.
Por ejemplo, los cereales altamente refinados han perdido durante el proceso muchas de sus propiedades iniciales -continúa Torrella-, por lo que resultan más nutritivos los integrales; pues, además de tener, en general, un menor contenido en grasas y sal, aportan mucha fibra dietética, mejorando el tránsito intestinal y produciendo un mayor efecto saciante.
Por otra parte, mayor precio no equivale necesariamente a mejor producto, por tanto, hay que saber valorar si el costo está justificado: vale la pena pagar más cuando lo que se está costeando es una textura más crujiente, un mejor sabor o un mayor porcentaje de vitaminas y minerales. También es una equivocación si se adquiere el producto solamente por la fama de la marca.
Una opción nocturna
Por su aporte calórico es preferible tomarlos en el desayuno, pero resulta una buena alternativa para las personas que tienden a comer mucho en la cena. Si este es su caso, prefiera los cereales integrales, bajos en grasa y azúcar, acompañados con yogur descremado y una o dos piezas de fruta.
Ojo con los infantiles
En 2009, un estudio desarrollado por investigadores del Centro para políticas alimentarias y obesidad, de la Universidad de Yale, Estados Unidos, descubrió que los cereales menos nutritivos son los que desarrollan campañas publicitarias más agresivas dirigidas al público infantil.
«Los investigadores revisaron 115 marcas de cereales e identificaron 19 que son publicitadas directamente a los niños a través de televisión, Internet y mediante licencias de personajes infantiles. Es precisamente este grupo de cereales el menos saludable, ya que incluye productos que contienen 85 por ciento más azúcar, 65 por ciento menos fibra y 60 por ciento más sodio que los publicitados para adultos», asegura la nutricionista.
Esto fue denunciado por diferentes organizaciones de consumidores de Europa y Estados Unidos, que advierten de su composición poco equilibrada, más parecida a una golosina que a la de un alimento, y del riesgo de caer en unos excesos que propicien la obesidad infantil.
«En esencia -concluye la especialista- en su estado más natural y menos procesado los cereales elaborados para el desayuno constituyen una fuente excelente de hidratos de carbono complejos, elementos que se reivindican como los nutrientes por excelencia para comenzar el día con energía. Sin embargo, la adición de diversos edulcorantes, para hacerlos más sabrosos y crujientes, en particular para que gusten más a los niños, desvirtúa el valor dietético de este alimento hacia un producto dulce, menos auténtico y prescindible para un consumo diario».
Por ello, la recomendación fundamental es leer con atención el etiquetado nutricional y la lista de ingredientes, donde se puede discernir de un rápido vistazo entre un producto sabroso y otro similar, pero más saludable. Además, conviene dosificar su consumo, es decir, comerlo pero no todos los días; recuerde que la calidad nutricional de los desayunos mejora si estos son variados y alternan los alimentos.
DC|Estampas