El SEBIN, la policía política comunista del engendro heredero, apresó en el propio aeropuerto de Maracaibo a uno de los líderes más importantes que ha tenido el Zulia en toda su historia republicana; su pecado es no haber sido derrotado por el ¨comandante eternamente enterrado¨. Manuel fue Alcalde y Gobernador por 16 años, coadyuvó en el triunfo de Pérez Álvarez y su figura fue relevante en el triunfo a la alcaldía de su esposa, Eveling. Toda Venezuela recuerda cuando, el hoy difunto, en una alocución, por supuesto, en cadena nacional lo llamó ¨desgraciado¨ y ordenó, de inmediato su detención; al respecto confabuló toda una tramoya para acusarlo por corrupción, donde participaron el Juez corrupto, hoy prófugo de la justicia comunista, Aponte Aponte y el hoy candidato a diputado por la MUD en el circuito electoral del Municipio San Francisco, José Luís Pirela; por cierto, este último ha explicado todos los pormenores de la confabulación.
Ahora bien, ¿por qué esa persecución política?; simplemente, porque Manuel con su obra de gobierno se ganó el cariño, el afecto y por razones lógicas, el respaldo político – electoral de su pueblo. Manuel ha sido uno de los muy pocos gobernantes de América Latina que ha considerado que: modernidad sin atención de las tradiciones de su pueblo sería una catástrofe histórica para los pueblos. Tradición, proviene de ¨tradere¨ que tiene los significados de transmitir, legar algo de un pariente a otro, o arrastrar normas de una generación a la siguiente. Originalmente tenía una connotación de inmediatez, cercanía corporal y ámbito familiar. La tradición y en particular, la tradicionalidad, en cuanto sistema social, previo al racionalismo instrumental de índole universalista, ha conocido escasos procedimientos anónimos, impersonales y abstractos, a pesar de los golpes a la tradición recibida por el marxismo o por los apologistas del capitalismo. Esta consideración es inhumana; menospreciar la tradición porque ésta supone ignorar el sufrimiento acumulado, el dolor de nuestros propios antepasados, la angustia de las generaciones que nos precedieron, y desdeñar las palabras, los aromas y los colores de nuestra infancia y de nuestro origen. Sería despreciar lo que nos brinde un sentimiento de pertenencia e identidad inconfundibles, lo que fundamenta la confianza; aquello que también está entretejido con la esperanza y la nostalgia, y a menudo también en el desconsuelo.
Ese líder del Zulia y Venezuela, Manuel, entendió, en su ejercicio gubernamental, que los progresos de las ciencias modernas, los triunfos de la tecnología y hasta los adelantos de la filosofía, las artes, y la literatura, han producido un mundo donde el hombre experimenta un desamparo existencial, profundo e inescapable, que no sintió en las comunidades premodernas, las cuales le brindaban, a pesar de todos sus innumerables inconvenientes, la solidaridad inmediata de la familia extendida y del circulo de allegados, un sentimiento generalizado de pertenencia a un hogar y una experiencia de consuelo y comprensión; es decir, algo que daba sentido a la vida.
Manuel fundamentó, metódicamente, la relación entre modernidad y tradición. No hay obra de Manuel, que no llevara implícitamente el amor por la tradicionalidad de su pueblo: en lo social, cultural, religioso y sobre todo en el gentilicio de ellos. En Manuel, la gaita y sus gaiteros encontraron su mas espectacular aliado, su amor por la iglesia cristiana católica y su fervor inmensurable por nuestra Virgen de La Chiquinquirá lo encumbró hacia lo mas preciado del universo; el monumento situado frente a la basílica es un genuino representante entre modernidad y tradición. Es decir, Manuel, construyó miles de obras en el Zulia y en todas la tradicionalidad se convirtió en la piedra angular de las mismas, a pesar de que las mismas fueron de última generación en lo arquitectónico y tecnológico. Por eso, quieren a Manuel y ese amor no lo va a acabar ni la imbecilidad ni la envidia, hagan lo que hagan. Quiero para finalizar, manifestar mi rechazo a su detención y exigir su inmediata liberación. Manuel, no es mi amigo, no lo conozco, pero reconozco su gestión, y creo que el difunto tenía razón cuando lo llamó: el filósofo del Zulia¨.
DC / Marlon S Jiménez García / Profesor Universitario / Marjimgar54@hotmail.com