Los partidos políticos sufren un notable deterioro moral, una falta de eficacia y se han convertido en simples administradores de los intereses de pequeños grupos. Lejos ha quedado el mundo de las ideas, pues los partidos son por lo común congregaciones que rara vez representan los intereses de la ciudadanía. Surge entonces la pregunta: ¿Realmente se necesitan partidos políticos para elegir a los gobernantes y para hacer funcionar los procesos democráticos?
Las desigualdades, la corrupción, la impunidad, así como la violencia y el estancamiento económico son los principales retos para poder fortalecer el sistema democrático y para lograrlo, los partidos son actores insustituibles de la vida política; sin ellos la democracia es imposible. De su actuación dependerá la calidad de la vida pública. Sin embargo, hay un déficit en materia de participación ciudadana, ya que son pocos los ciudadanos interesados en la vida política y un Estado democrático demanda una sociedad civil fuerte.
Los partidos políticos se pueden conceptualizar como asociaciones voluntarias de individuos que comparten un conjunto de principios y valores plasmados en un proyecto común; son, en esencia, una organización de hombres y mujeres con vocación de poder para ejercer el liderazgo en un ámbito social determinado. Quedaron atrás las organizaciones políticas tumultuarias. Deben interpretar, canalizar y dar expresión política a intereses de la sociedad; deben buscar unificar criterios ante las discrepancias respecto a los fines de la sociedad y a los medios para alcanzarlos. Su fin inmediato, propio y exclusivo es acceder a los cargos públicos o al menos influir en los procesos de toma de decisiones. Su medio de acción es la competencia electoral. Deben tener cierta perdurabilidad en el tiempo lo que supone la existencia de una organización estable y jerárquica. Los partidos políticos deben ser canales de transmisión hacia los poderes públicos de las demandas de la población, mediante los cuales se decide qué políticas públicas deben efectuarse para garantizar la convivencia pacífica y de progreso social.
El Papa Francisco, reunido con unos 9000 estudiantes de colegios jesuitas de Italia y Albania el pasado 7 de junio, explicó que»involucrarse en la política es una obligación para un cristiano. Nosotros no podemos jugar a Pilato, lavarnos las manos: No podemos. Debemos inmiscuirnos en la política porque la política es una de las formas más altas de la caridad, porque busca el bien común. Y los laicos cristianos deben trabajar en política». Aseguró el Santo Padre «Alguno me dirá ‘pero no es fácil’. Tampoco es fácil llegar a ser sacerdote. No son cosas fáciles porque la vida no es fácil. La política es demasiado sucia pero yo me pregunto: ¿por qué es sucia? ¿Por qué los cristianos no se han involucrado con su espíritu evangélico?” El Santo Padre señaló además que «es fácil decir ‘la culpa es de aquel’… pero yo, ¿qué cosa hago? ¡Es un deber! Trabajar por el bien común es un deber de un cristiano! Y muchas veces para trabajar, el camino a seguir es la política».
Las organizaciones políticas INNOVADORAS, adaptadas a las nuevas realidades deben cambiar radicalmente sus estructuras, sus procedimientos, sus ofertas políticas, la manera de relacionarse con los diversos actores de la sociedad y con sus variados grupos de interés o stakeholders. Deben abrirse y permitir el surgimiento, desde sus bases, de liderazgos más plurales y menos autocráticos, líderes auténticos y formados técnica-política e ideológicamente, profundamente identificados con el conglomerado que aspiran representar y provenientes de su seno. Sólo así será posible el surgimiento de organizaciones políticas con un tejido social fuerte que garantice su fortaleza y viabilidad en el tiempo.
Por las razones precedentes, un Partido Político de hoy, más que una maquinaria electoral, debe corresponderse con ese nuevo modelo de organización. UNA ORGANIZACIÓN PARA SERVIR!!!!
DC / César Ramos Parra / Profesor Universitario / @cesarramosparra