La historia parece ficticia, como extraída de una película. La familia de José Francisco Oviedo lloró su muerte desde la tarde del miércoles hasta la medianoche de ese mismo día, cuando el señor de 50 años de edad, se apersonó en lo que supuestamente era su propio funeral.
«¿Qué están haciendo? Yo estoy vivo, mírenme”, les dijo Kiro, como todos conocen al hombre, a sus familiares que estaban en la sala de su casa; en el centro del salón estaba el féretro y adentro otra persona, que en horas de la mañana fue asesinada en Cordero, vía El Guayabal, norte de Iribarren.
Kiro se la pasaba en esa zona, los vecinos de Guayabal le avisaron a la mamá y a los hermanos que residen en San Jacinto, que al señor le habían disparado y los funcionarios del Cicpc trasladaron el cadáver hacia la morgue de Barquisimeto.
A las 2:30 de la tarde, uno de los hermanos de José Francisco llegó a fin de ver el cuerpo, lo hizo desde lejos, porque le dio temor. Luego del reconocimiento, se iniciaron los preparativos funerarios.
El familiar declaró la defunción de José Francisco Oviedo ante la Oficina de Registro Civil y allí le dieron un certificado oficial que acreditó el fallecimiento.
Contrató un servicio funerario valorado en 30.000 bolívares, también le compraron un pantalón de vestir y una camisa manga larga, eligieron prendas sobrias y elegantes para despedirlo.
El cuerpo fue trasladado hasta la carrera 1 con calle 9 de San Jacinto y el velorio inició a las 7:30 de la noche. Los familiares estaban destrozados por el asesinato de Kiro, especialmente su madre, de 77 años. Nadie encontraba una razón que pudo conllevar al crimen, todos los vecinos de la cuadra se acercaron al funeral.
A las 9:00 de la noche, el hermano llamó a una hija del señor que reside en Yaritagua, estado Yaracuy. No había tenido el valor para darle la noticia sino hasta ese momento.
-Aló sobrina, véngase para Barquisimeto, mataron a su papá.
En ese momento la joven informó que él estaba con ella. Francisco Oviedo estaba en Yaritagua desde hacía seis días, su mamá y sus hermanos estaban enterados pero como Kiro también se la pasaba en Guayabal se confundieron.
Antes de que él mismo se apersonara al funeral para que sus familiares comprobaran que estaba vivo, una sobrina removió el vidrio de la urna, abrió los labios del difunto y dijo: «Este no es, mi tío no tiene dientes, yo sabía que no era”. Más tarde, devolvieron el cuerpo.
«Eso me puede traer problemas”
El señor Oviedo ayer se reía de lo ocurrido. Dijo que sus hermanos nunca le habían regalado un par de alpargatas pero cuando creyeron que estaba muerto le compraron las mejores prendas de vestir. «Hasta bonito me hubiera visto yo con esa camisa amarilla que la pude haber usado el 31 de diciembre”.
Manifestó que su mayor temor era que a su progenitora le hubiera pasado algo al recibir la trágica noticia. «Cuando me vio llegar me abrazó y lloró… lloró mucho”.
Kiro dijo no encontrar explicación para el hecho de que sus familiares no lo hayan reconocido y lo lloraron por tantas horas.
Admitió el parecido físico pero resaltó que él tiene vellos en el pecho y el difunto no. «Todo esto me puede traer problemas” manifestó.
El documento certificado de defunción fue anulado, ahora deberá sacar una fe de vida para evitar futuros inconvenientes.
Verdadera identidad
La mañana de ayer los verdaderos familiares del occiso lo reconocieron. Se trata de Víctor Raúl Torrealba, de 61 años de edad.
Ayer los dolientes fueron entrevistados por una comisión del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas para iniciar las averiguaciones por el crimen.