Ramón González ha librado innumerables batallas en busca de un buen servicio eléctrico, pero aún se siente insatisfecho.
Este habitante de Ciudad Guayana, en el estado venezolano de Bolívar, ha recogido firmas y trancado calles para lograr que, por ejemplo, remplacen un transformador o pongan un poste.
Han sido casi 10 años de constante «lucha» desde que llegó a esta localidad, relata.
Pero los problemas, más que resolverse, simplemente han mutado.
«Ya la luz no se va por largos períodos, sino que dos o tres veces al día se va por 15 minutos y eso es un coñazo (un golpe) para los electrodomésticos», le dice a BBC Mundo.
Y su experiencia no es diferente a la que viven en todo el país millones de venezolanos, que recientemente han visto cómo los apagones volvieron a ser un motivo para quejarse y, en algunas regiones, armar barricadas en las callesen signo de protesta.
La diferencia entre Ramón y el resto de venezolanos es que el estado de Bolívar es la fuente del 70% de la energía que consume en Venezuela.
Por esta tierra rica en minerales pasa uno de los ríos más caudalosos del mundo, el Caroní, que al estar rodeado de montañas, piedras y cascadas se considerauno de los mejores lugares del planeta para generar energía hidráulica.
No en vano el fallecido Hugo Chávez dijo en referencia a la generación eléctrica que Venezuela iba «rumbo a convertirse en una potencia energética mundial».
Chávez pronunció esa famosa frase en 2008, cuando Venezuela recién descubría las cuartas reservas de gas más grandes del mundo –potencializando así la generación termoeléctrica– y cuando en la represa de Tocoma, en Bolívar, estaba por completarse la construcción de una hidroeléctrica de lujo, la planta Manuel Piar.
Hoy, sin embargo, ninguno de esos dos proyectos, entre otros, se ha podido aprovechar.
Y personas como Ramón González pasan sus días pendientes de desconectar sus neveras, microondas y aires acondicionados para que no se dañen cada vez que se va la luz.
Durante los últimos cinco años, millones de venezolanos han tenido que acostumbrarse a vivir entre apagones y racionamiento de electricidad, que son más o menos frecuentes dependiendo del clima, la demanda y la época del año.
Las causas de la crisis eléctrica son múltiples y complejas y difieren según a quién se le pregunte.
Los reportes mensuales de la estatal Corporación Eléctrica Nacional (Corpoelec) se dejaron de publicar en 2009; el informe de gestión anual del ministerio de Energía no se divulgó en 2014 y el documento de rendición de cuentas que esa cartera presenta a la Asamblea Nacional cada enero no registra cifras globales de generación eléctrica.
BBC Mundo solicitó entrevistas con directivos de Corpoelec, dos exministros de Energía y el actual ministro de Energía y presidente de Corpoelec, Luis Alfredo Motta Domínguez, pero al momento de esta publicación todavía no había obtenido respuesta.
El gobierno rechaza que haya problemas en el sistema eléctrico y atribuye los cortes a un supuesto sabotaje, y el racionamiento a la sequía y a la excesiva demanda.
En una reciente rueda de prensa en la que no se permitieron preguntas, Motta Domínguez expuso con fotos y gráficos 13 nuevos casos (a inicios de la semana dijo que ya van 18) de supuestos ataques al sistema eléctrico, los cuales atribuyó a personas interesadas en fomentar malestar entre la población antes de las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre.
«Están repitiendo el patrón de antes de elecciones», dijo en referencia a cortes de energía que coincidieron con elecciones en años anteriores.
El gobierno venezolano también dice que los racionamientos eléctricos –y de agua– son consecuencia de las sequías de los últimos años, que limitan la producción de las hidroeléctricas, responsables de un 70% de la oferta (lo que para muchos expertos es demasiada dependencia en un solo método de generación).
En diciembre de 2009, el gobierno decretó una emergencia eléctrica que se prolongó por un año, pero los apagones continuaron.
La sequía fue identificada como la causa, aunque una alta funcionaria de Corpoelec reconoció, en mayo de 2010, que «tenemos serias debilidades en la generación (…) Esperamos poder ofrecer un sistema eléctrico más estable para el próximo año».
Los problemas, pese a las millonarias inversiones del gobierno, continuaron.
En abril de 2013, el entonces ministro de Energía, Jesse Chacón, dijo que si en 100 días no se cumplía un plan para corregir el servicio eléctrico, renunciaba.
El plan se desarrolló y, a los 100 días, las críticas llovieron sobre el ministro, que salió del cargo dos años y medio después de aquella célebre promesa.
Las versiones sobre el sabotaje y la sequía no convencen a muchos venezolanos, que saben del potencial eléctrico que tiene el país petrolero no solo en teoría, sino en infraestructura ya instalada.
En general, expertos consultados por BBC Mundo –entre ellos ingenieros activos de Corpoelec– atribuyen los cortes de energía al déficit de generación de energía, por un lado, y a la falta de mantenimiento del sistema, por el otro.
En julio, el ministro Chacón declaró que el país genera entre 19.000 y 20.000 megavatios (MW) y la demanda se ubica entre 16.000 y 18.500 MW.
Pero José Aguilar, quien como ingeniero eléctrico ha sido consultor en más de 40 países y fue contratista de gobiernos venezolanos anteriores, dice que no se está generando suficiente energía a pesar de que hay un sistema instalado para producir entre 22.000 y 34.000 MW.
Basado en reportes oficiales filtrados, que le mostró a BBC Mundo, Aguilar dice que Venezuela genera actualmente un promedio de 17.000 MW para una demanda de aproximadamente 18.000 MW, creando un déficit de 1.000 MW.
Aunque advierte que la disponibilidad, demanda y déficit cambian permanentemente –incluso varias veces al día–, Aguilar dice que un 50% del sistema instalado está inactivo, según la información oficial filtrada.
Ingenieros de Corpoelec corroboraron estas versiones a BBC Mundo.
«Pero más que la generación, la raíz del problema es que no hay infraestructura nueva para conexiones adicionales», dice uno de estos ingenieros.
«Es un problema de distribución: cada vez que se conecta alguien nuevo, se va mermando el conductor y se daña el aislamiento y, si no se instalan nuevas vías de transmisión, el sistema colapsa», explica.
Todo el sistema de distribución de energía –desde el reemplazo de un transformador caducado hasta el repuesto del carro que usan los electricistas– se ve afectado por la crisis de divisas e importaciones que actualmente sufre Venezuela, una problemática que ha sido reconocida en varias memorias del ministerio de Energía.
«Para comprar algo –ponte tú un contador o un transformador– hay que pasar mucho trabajo burocrático y a veces el plazo de pago con el importador se vence», señala el ingeniero.
En la página web de Corpoelec se encuentran cientos de documentos oficiales en los que la adquisición de nuevos equipos es declarada «desierta» por la imposibilidad de pago.
Como en cualquier barrio popular de Venezuela, que es donde vive la mayoría de la población, en la zona Core 8 de Ciudad Guayana el cielo está tapado por una telaraña de cables.
Amarrados desde los puntos de alta tensión hasta las casas, los cables le dan electricidad a cientos de personas que no pagan por el servicio, en una práctica que se repite a lo largo del país.
«Acá, siendo conservador, no paga luz un 70% de la gente», dice un ferretero del Core 8 que instala conexiones ilegales.
Una ley de 2010 castiga con 1 a 5 años de cárcel el robo de electricidad, pero en 8 años instalando conexiones ilegales el ferretero dice no haber conocido un solo caso que haya sido sancionado.
En medio de la bonanza que vivió Venezuela entre 2004 y 2008, y gracias a los planes sociales del gobierno, millones de personas compraron televisores, lavadoras o aires acondicionados importados a precios módicos.
La demanda, según cifras oficiales, se duplicó en una década, dejando a Venezuela como el mayor consumidor per cápita de electricidad en América Latina.
«Y como en una ciudad donde hay cada vez más carros pero no se construyen autopistas, el atasco del sistema se hizo inevitable», le dice a BBC Mundo un experto en electricidad y exfuncionario de una empresa del gobierno que pidió no ser identificado.
Las venezolanas fueron de las primeras ciudades en América Latina en tener electricidad, pero el sistema que fue pionero durante décadas hoy se ve rezagado en comparación con otros países.
Tras 8 años de existencia, Corpoelec aún depende de la financiación del Estado, a diferencia de su antecesora, Electrificación del Caroní C.A. (Edelca), una compañía también pública encargada de la generación eléctrica que contrataba empresas mixtas y privadas para la transmisión, transformación y distribución de la electricidad.
Edelca era la compañía donde todo ingeniero eléctrico venezolano quería trabajar, según varios testimonios de trabajadores. Era prestigiosa, moderna, eficiente.
Hoy los empleados recuerdan con nostalgia las actividades turísticas y deportivas que desarrollaba Edelca e, incluso, muchos aún se ponen el uniforme de la extinta compañía.
En la Central Hidroeléctrica Simón Bolívar, mejor conocida como la represa de Guri, el logo de Edelca, inspirado en unos petroglifos que encontraron durante la construcción de la planta, sigue decorando las puertas de las salas de máquinas.
El Guri, que está a 100 kilómetros de Ciudad Guayana, se convirtió en la hidroeléctrica más grande del mundo cuando terminó su segunda etapa de construcción, en 1986. Ahora, es la tercera más grande.
En el Guri, durante una visita para turistas, me sentí al frente de una maravilla del hombre: como si visitara una pirámide mesoamericana.
El vértigo que producen sus pendientes, el sonido de la energía que cruza los caudales del río hasta el patio de distribución y los enormes cuartos de máquinas decorados con la obra cinética del artista venezolano Carlos Cruz-Diez son elementos de un escenario que, en medio de una exuberante sabana, sirve para imprimir postales.
Del Guri sale entre el 60 y el 70% de la electricidad que consumen los venezolanos.
Y aunque la versión oficial es que 16 de sus 20 turbinas están funcionando, otras fuentes dicen que solo entre 10 y 12 máquinas están activas.
Los trabajadores con los que hablé, si bien se sienten orgullosos de esta joya venezolana, revelan algo de rencor cuando se refieren a ella: «Esto lo tienen abandonado», dijeron varios.
Muchos de los trabajadores se declaran chavistas, pero exhiben esa misma desazón cuando se refieren a Corpoelec, una empresa que creó el expresidente para centralizar el sistema eléctrico en manos del Estado; «como debe ser», dijo en su momento.
La estructura de la compañía fue modificada, muchos gerentes de corte técnico fueron remplazados por políticos y los militares ganaron relevancia dentro de la empresa, según varios testimonios de empleados recogidos por BBC Mundo.
Después de la centralización, muchos de los casi 50.000 trabajadores duraron cuatro años sin un ajuste salarial.
Y en la ola de fuga de cerebros que ha afectado a todos los sectores industriales del país, Corpoelec, me aseguran trabajadores de la empresa, no ha sido la excepción
En ese edificio al que los guayaneses siguen llamando «Edelca» hay muchos trabajadores que solo trabajan en la mañana, porque el aire acondicionado está dañado hace meses.
«Nosotros estamos trabajando con botas, cascos, alicates y vehículos obsoletos», le dice a BBC Mundo Félix Márquez, directivo del sindicato de Corpoelec.
«La semana pasada se nos mató un trabajador en Valencia electrocutado por no tener herramientas (…) es el tercero que muere en dos meses por no tener equipamiento», cuenta.
«Todo viene afectando por la economía del país, pero también está el hecho de que politizaron un sector que debe ser técnico», opina.
Aunque las cosas parecen estar mejorando: recientemente la mayoría de los trabajadores recibieron un aumento del salario de hasta el 70% y, con la nueva gerencia, dice uno de ellos, «se está respirando un aire diferente».
«Pero para que volvamos a ser lo que éramos va a tomar tiempo», advierte.
La indignación de los trabajadores y habitantes de Ciudad Guayana por el servicio eléctrico no solo se debe a que la energía se genera aquí, sino a que este estado de Bolívar es el que más racionamiento ha sufrido en todo el país.
Según Aguilar, «al déficit de energía general de 1.000 MW en promedio, hay que añadir otros 1.400 MW que les racionaron a las empresas básicas de Guayana».
En esta ciudad se encuentra uno de los parques industriales más grandes de América Latina, con el potencial para producir aluminio, acero y oro en cantidad y calidad de primer rango.
Chávez invirtió miles de millones de dólares en el relanzamiento de las empresas de Ciudad Guayana.
En aluminio, por ejemplo, la idea era convertirse en el mayor productor del mundo, un objetivo factible debido a las reservas de bauxita que posee Venezuela, las terceras más grandes del mundo.
Para esto era fundamental que las empresas de Ciudad Guayana tuvieran una amplia y estable oferta de electricidad, que se esperaba fuera surtida por la planta Manuel Piar, en Tocoma.
Pero la hidroeléctrica, que se ha visto enfrascada en varios de los escándalos de corrupción de conocimiento público que han empañado la contratación de servicios eléctricos, no ha podido prender motores tras 14 años de iniciada la construcción.
Basado en reportes oficiales, Aguilar calcula que el Estado venezolano hizo inversiones en electricidad por US$48.000 millones 50 años de siglo XX, mientras que en los 16 años de revolución se han gastado US$95.000 millones.
Casi todas las empresas básicas de Ciudad Guayana dan pérdidas y producen muy por debajo de su capacidad, según reportes oficiales.
«Cuando el gobierno se dio cuenta que no podía alcanzar los objetivos del Plan Guayana por falta de electricidad, decidió cortarle la luz a las empresas para darle prioridad a la población», le dice a BBC Mundo Carlos Rojas, exdirector laboral de Venalum, la empresa de aluminio, exdiputado chavista y hoy activista opositor.
«Con eso el gobierno detuvo el desarrollo de Guayana, la llevó a su mínima expresión, afectó enormemente la producción y, al no reducir el personal, tuvo que empezar a subsidiar las empresas con la renta petrolera», explica.
Estílito García, durante 14 años secretario del sindicato de trabajadores del aluminio, dice que «estas empresas fueron construidas para ser rentables, sin importar si usabas la renta para guardarla o construir viviendas o robártela».
«Pero para este gobierno la rentabilidad no fue prioridad, y al no serla dejaron caer a las empresas de Guayana», concluye.
El habitante de Ciudad Guayana sabe del potencial que tiene su tierra: por donde quiera que uno pase se pueden ver las colosales instalaciones de las empresas.
Sin embargo, los guayaneses deben lidiar a diario con semáforos dañados, cortes frecuentes de luz y, en general, una oscuridad que los lleva a llamar su urbe «Ciudad Gótica».
De vuelta en el Core 8, una mujer en una fila para comprar arroz cuenta que la lluvia «es un como switch que apaga la luz».
Paradójicamente el agua, que es la fuente de electricidad, acá en Guayana perjudica el servicio porque cuando llueve se generan cortos en las tanquillas eléctricas, que se inundan con facilidad.
El domingo, el ministro Motta dijo que Ciudad Guayana «está presentando momentos de emergencia» eléctrica por las lluvias.
La mujer en la cola cuenta que hace una semana un cambio de mando en la base militar que da nombre al Core 8 produjo un apagón de 7 horas.
La señora de 43 años, que carga una sombrilla para protegerse del sol, se queja de que los cortes la obligan a «lavar la ropa a mano, cocinar sin microondas y distraer a los niños sin televisión».
Es temprano en la mañana; los 32 grados centígrados que marca el termómetro se añaden a una humedad del 80% que vaticina un palo de agua en la tarde.
«Nada de esto es tan grave como el calor», añade ella.
«Si hubiera un aire acondicionado que funcione sin luz, lo compro… no me importa sacrificar dos comidas».
DC/BBC Mundo