Cae el alcalde de Roma al perder el apoyo de su propio partido

La renuncia de la mayoría del consejo municipal de Roma provocó este viernes la caída del alcalde Ignazio Marino, último acto de una saga marcada por acusaciones de corrupción e incompetencia.

Marino, enfrentado con su propia formación, el centroizquierdista Partido Democrático (PD) del jefe de gobierno Matteo Renzi, había renunciado el 12 de octubre, pero el jueves reconsideró su decisión, señaló AFP.

Frente a esa decisión, una mayoría de 26 de los 48 miembros del consejo municipal presentaron su dimisión, lo cual acarreó la disolución del organismo y la caída del alcalde.

El prefecto de Milán, Francesco Paulo Tronca, dirigirá la ciudad hasta la convocación de elecciones anticipadas a mediados del 2016.

Marino, de 60 años, fue acusado de haber usado fondos municipales para cenas privadas, aunque sus simpatizantes lo consideran una persona honesta y víctima de un conspiración.

«Dejo una ciudad con las cuentas en orden. Acabé con el reparto de cargos a los amigos de los amigos», afirmó el alcalde de la Ciudad Eterna, en rueda de prensa.

Marino defendió su gestión y quiso rehabilitar su imagen, después de las denuncias por incompetencia en la administración de la capital.

En los últimos días recibió el apoyo de manifestantes y más de 30.000 personas firmaron un pedido on-line para que permanezca en el cargo.

Según sus defensores, fue alguien que se atrevió a desafiar a los llamados «poderes fuertes»: política, mafia y curia. 

La voluntad del alcalde de hacer una «limpieza» en la administración, de combatir la ilegalidad y la corrupción, le valió muchos enemigos: desde los ausentistas y burócratas hasta los grandes constructores, pasando por los dueños de restaurantes y taxistas.

«Veintiséis personas me acuchillaron, pero el autor intelectual tiene nombre y apellido», dijo al referirse a Renzi, a quien acusó de haber conspirado en su contra.

Temerario y obstinado

Entre sus últimos gestos como alcalde fue el de bautizar un parque de la ciudad «Salvador Allende», en honor del presidente chileno derrocado por un golpe militar en 1973.

«No me siento un mártir, soy un luchador social que cumple la tarea que el pueblo le confió», dijo citando palabras del mandatario socialista chileno.

«Roma ha vuelto a ser virtuosa», aseguró Marino, quien tuvo que hacer frente a las revelaciones sobre la llamada «mafia capital», una vasta red de empresarios, funcionarios y políticos de todos los partidos que se hacían con las licitaciones públicas para la gestión de los refugiados y de las basuras.

Marino, electo en 2013 por un periodo de cinco años, se vio acosado por una campaña de desprestigio y fue abandonado por su partido. Fue acusado de peculado e irregularidades en sus gastos de representación, pero asegura que no ha robado un solo centavo.

Los romanos le reprochan en cualquier caso su incapacidad para hacer frente a los problemas de la Ciudad Eterna, sobre todo por los retrasos en el transporte público y la suciedad de las calles.

El desafío del Jubileo

Pero la mayor preocupación del Gobierno italiano es ahora la inminente llegada a Roma, a partir de diciembre, de millones de peregrinos con ocasión del Jubileo convocado por el papa Francisco hace apenas siete meses.

Se prevé que a lo largo del año del Jubileo lleguen de 15 millones a 20 millones de fieles y turistas a la ciudad, que tiene unos 2,9 millones de habitantes (4,3 millones con el área metropolitana).

Un desafío para el que no está preparada.

De hecho, hasta el papa Francisco contribuyó a finales de septiembre a la ofensiva contra Marino, al negar haberlo invitado a Philadelphia (Pennsylvania, Estados Unidos) durante su reciente viaje a esa ciudad.

Marino, un reputado cirujano experto en trasplantes, partidario de la eutanasia y el matrimonio gay, tenía un difícil diálogo con el Vaticano.

DC/EU

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