Aunque el gesto de poner un poco de color para realzar la belleza de los labios, con tintes naturales procedentes de animales y vegetales, grasas y aceites, se remonta a más de cinco mil años, en la antigua Mesopotamia y luego se repitió también en Egipto, gracias a la aplicación de pigmentos de algas, yodos y bromo, así como en otras culturas y escenarios más recientes, no fue sino hasta la primera década del siglo XX, en 1915, cuando el estadounidense Maurice Levy, de la Scovil Manufacturing Company, logró colocar la mezcla pastosa en un tubo metálico, al que le sumó un dispositivo que le permitía subir el labial a medida que se iba usando. Así, en toda regla, nació el artefacto de seducción que conocemos en su forma actual, ya que hasta esa fecha o bien era estático o debía aplicarse con las manos o con un pincel.
Y lo curioso es que a pesar de que el mundo se estremecía por el inicio de la Primera Guerra Mundial, se comercializó con fuerza el invento de Levy, haciendo honor al adagio de: «A mal tiempo, buena cara». Las mujeres, que se debieron incorporar a la fuerza laboral en las fábricas, con un cambio en el vestuario que las masculinizaba, pues los hombres se batían en las líneas de fuego, decidieron hacer énfasis en su femineidad, pintando de rojo carmesí esta zona corporal, identificada por muchos como arma de seducción.
Como suele pasar a muchos inventores, pese a que fue Levy quien creó este lápiz movible llamado Tube Levy en honor a sí mismo, fue James Bruce Mason Jr., de Nashville, Tennessee, quien patentó el primer tubo giratorio cosmético, en 1923.
Esta entrada triunfal en la modernidad, a la que llegó para quedarse por siempre, tuvo también un antecedente en el siglo XIX, cuando se entroniza el uso de la palabra «lápiz labial», a partir de 1880, cuando la firma Guerlain lanzó el suyo. Y a finales de la década de 1890, la compañía norteamericana Sears Roebuck, comenzó a vender su colorete para mejillas y también para labios.
También en el año 1910, Elizabeth Arden, contribuyó a la popularización del labial rojo como símbolo de poder y rebeldía, de desafío femenino, una señal que también acompañó a muchas sufragistas estadounidenses, para así desmarcarse de las actitudes victorianas de la época. Otro hito importante de estos primeros años fue la creación en 1930 del brillo de labios, por parte de Max Factor.
Asunto de reinas
La hermosa reina que cautivó al emperador Julio César, Cleopatra, echó mano también del rojo pasión para seducir a sus contemporáneos, con un pintalabios elaborado a base de escarabajos carmín triturados, que otorgaban un pigmento de intenso tono rojo y hormigas para la base.
Y aunque en muchos momentos de su historia, pintarse los labios era cosa también de cortesanas y mujeres de «vida ligera», lo cierto es que en la corte inglesa del siglo XVI, la reina Isabel I (en inglés, Elizabeth I), a menudo referida como La Reina Virgen, Gloriana o La Buena Reina Bess, utilizaría hasta el cansancio sus labios en fuerte tono rojo, que contrastaba con la palidez enfatizada de sus mejillas. Tanto amó esta reina el pintalabios, que ordenó que luego de su muerte le pintaran su boca como siempre. Se dice que su amor por los cosméticos pudo quitarle la vida, ya que una de las causas posibles de su muerte fue envenenamiento de la sangre, posiblemente causado por el maquillaje blanco, hecho a partir de albayalde, una mezcla de plomo y vinagre, altamente venenosa. Curiosamente, en la misma nación, casi 100 años después, en 1770, el Parlamento aprobó la posibilidad de la anulación de un matrimonio, si la mujer había llevado cosméticos antes de su boda, un sentimiento que se mantuvo en esas latitudes durante los siglos XVIII y XIX, al contrario de la corte y alta sociedad francesas, donde imperaba el color en las mejillas, ojos y boca, ya que el look natural se consideraba de prostitutas y mujeres que trabajaban.
Muchos años más tarde, otras reinas pero esta vez del espectáculo, como Marilyn Monroe, Elizabeth Taylor y Rita Hayworth, en la década de los 50 del siglo XX, impusieron sus bellos labios rojos para resaltar sus atributos.
Luego del carmesí
Aunque continuó siendo un clásico que llega hasta hoy, el labial exclusivamente rojo o de tonos muy subidos, fue desplazado por otros tonos a partir de 1960, cuando surgen propuestas audaces como el blanco, que impusieron estrellas de rock.
Hacia 1970, el cambio se hace más radical con la incorporación de colores como azul iridiscente, verde limón y plateado. También el negro, que llega hasta los noventa y se convierte en el preferido de actrices de los géneros de terror, chicas punk, y hoy día, dentro de ciertas «tribus urbanas», como los emo, cuya estética privilegia este color y el morado sobre los labios.
A partir de los noventa aparecen los tonos mate y se hacen populares los marrones, mientras que a comienzos del siglo XXI, los perlados se imponen, pero luego se desplazan por colores llamativos y saturados como el naranja o el rosa fuerte. Igualmente, el gloss reemplaza en muchos casos el labial clásico o lo complementa y surgen variedad de propuestas con tecnología de punta que ofrecen protección solar, humectación garantizada así se trate de productos de larga duración , e incluso, aquellos que cambian de tono según el ánimo de la persona.
Su popularidad no se detiene: es el cosmético más vendido a lo largo de la historia, siendo casi parte de la vestimenta de cada mujer.
DC|Estampas