“Vivimos en un valle de lágrimas, por un pueblo que sufre porque ve que sus salarios no alcanzan, no consigue los alimentos; sufrimos una violencia desbordada que nos obliga a vivir como presos, con familias divididas porque sus hijos han tenido que emigrar buscando nuevos horizontes”, esto es un extracto de la homilía del Arzobispo de Ciudad Bolívar, monseñor Ulises Antonio Gutiérrez, en la Bajada de nuestra Santa Patrona, la Virgen de Chiquinquirá, el pasado sábado 31 de octubre.
Con permiso de monseñor, y sin el más mínimo ánimo de politizar ese certero y sentido sermón que dio ante miles de feligreses y autoridades regionales y municipales congregados en la plazoleta de la Basílica, ese mensaje es la razón por la que millones de venezolanos iremos a votar el seis de diciembre.
La escasez de comida, de medicinas, de repuestos para vehículos; el alto costo de la vida, que no logra descender a pesar de los desesperados anuncios económicos-electoreros que difundió hace dos semanas el Gobierno, la incertidumbre, la inseguridad y el desempleo, se han convertido en la principal motivación de quienes seguimos creyendo en este hermoso y pujante país.
A un mes de las elecciones para renovar la Asamblea Nacional, las encuestas lo dicen, pero no es suficiente. La brecha que desde 1998 ha habido en los procesos electorales, entre el oficialismo y la oposición se ha ido reduciendo en cada contienda; hasta llegar a calcularse un 20% a favor de la oposición para el próximo 6 de diciembre.
A decir de una de las últimas encuestas de Datanálisis, la aprobación del hijo ungido por Hugo Chávez, Nicolás Maduro había caído en noviembre 5,7 puntos porcentuales a 24,5%.
Pero repito, no es suficiente. No es suficiente saber que numéricamente están mal, no es suficiente saber que sus mismos seguidores se cansaron de las mentiras, falsas promesas y de que también sean víctimas de la inseguridad que no distingue de colores o ideologías políticas; que sean sometidos a humillantes colas para comprar una bolsa de leche, un paquete de pañales o recorrer una docena de farmacias para comprar una caja de acetaminofén; hay que salir a votar y hay que velar porque nuestra voluntad sea respetada.
Las elecciones no se ganan con selfies, ni tuits; las elecciones se ganan con votos, voluntad de cambio y compromiso. Un compromiso de todos, para motivar el voto entre nuestros vecinos y familia, organizarnos para movilizar, apoyar a los electores en las colas en los centros de votación y cuidar cada voto depositado.
Y como dijo monseñor Ulises Antonio Gutiérrez al finalizar su sermón en la Bajada de La Chinita, “ponemos en manos de la Virgen los destinos de nuestra Patria”.
DC / Lester Toledo / Diputado del CLEZ y Dirigente de VP / @LesterToledo