Vivir más lento y más conscientes. Una buena práctica consiste en hacer una corta pausa entre cada actividad, inclusive entre cada idea o pensamiento, de manera que tengamos el tiempo para pensar en el mejor modo de actuar o responder a cada evento o situación. Realizar nuestros movimientos y actividades un 10% más lento es suficiente para bajar el estrés y aumentar nuestra capacidad de disfrute.
Disfrutar cada paso que damos. Aprendamos a disfrutar de cada cosa que hacemos, a buscarle el aspecto positivo a cada situación que enfrentamos, resaltar lo positivo que cada persona o experiencia trae a nuestra vida, para que, en lugar de sentirnos decaídos o frustrados, vivamos atentos a todo lo bueno que nos suceda cada día.
Prestar atención a nuestro monólogo mental. Cada pensamiento y palabra tiene poder sobre nuestro cuerpo. En lugar de aceptar los pensamientos negativos que nos llegan, imaginemos que son solo ideas que nos invitan a navegar en ellas y, más bien, declinemos la invitación diciendo: «ahora no, gracias». Construyamos frases positivas y afirmativas para mantener una actitud optimista y positiva ante la vida.
Sentir nuestro cuerpo. La tensión que acumulamos en alguna parte de nuestro cuerpo es señal de rigidez muscular ocasionada por un estado emocional alterado. Caminar diariamente es un ejercicio sencillo que puede ayudarnos a mover nuestro cuerpo y liberar la tensión acumulada en los músculos. Bailar y la práctica frecuente del yoga también nos ayudan a canalizar el estrés.
Soltar el control. Muchas veces, sin darnos cuenta, actuamos como si tuviésemos la responsabilidad de todo y de todos a nuestro alrededor, perdiendo, con esta actitud, el bienestar, la tranquilidad y la felicidad. Es hora de que sueltes y aprendas a relajarte.
DC|Estampas