De forma desesperada el atenazado y atormentado conductor, para asombro de sus propios seguidores; de experto autobusero, ha pasado a ser el propio carrito chocón. «Usted se equivocó canciller del Perú; se equivocó, ha cometido el error de su vida, Roncagliolo», le espetó de una sola bocanada, a quien tan sólo le estaba recordando el compromiso asumido antes UNASUR, de realizar la auditoria en el CNE, en los términos que había sido solicitada por su ex contendor. Asi mismo, pretendiendo engatusar con sus griticos antiimperialistas a sus colectivos radicales, embistió a toda velocidad y sin frenos contra su primera fuente de divisas y jefe del imperio; sólo porque este le recordó, que todo el hemisferio estaba observando los choques y arrollamientos, del que habían sido objeto los diputados de la banda democrática.
Como quien conduce por la orilla de un barranco y en medio de un horizonte turbulento, este disparatado chofer, no atina a discernir cuales señales pudieran orientarle en el camino hacia un programa económico, el cual saque definitivamente al país del borde del precipicio, en que lo dejó su querido padre político. Le podrá el viejo Giordani, su mecánico predilecto, hacerle entender lo grave de pretender querer ser de verdad anti yankee, con un déficit de divisas por encima del 20 %, y que hoy andan corto de dólares, a pesar de haber gozado por más de una década, de altos precios del petróleo y de una enorme capacidad de endeudamiento, gracias a los contratos leoninos, en detrimento de la república, que él mismo abaló en su condición de Canciller con sus camaradas Chinos.
Podrá ver en su rauda carrera hacia la nada, la señal de peligro indicándole el abismo que se ha venido creando desde el 2003, cuando el nivel de importación alcanzó para aquel entonces, los alarmantes niveles de 13.000 millones de dólares y que hoy estamos llegando al fondo del mismo, con las exorbitantes cifras de más de 50.000 millones. Será que Tibisay Lucena o Jorge Rodríguez, le reparará también el puente que poco a poco comienza a desbaratársele con Paraguay, Chile, Colombia, Perú, México y el resto de los países de la región, una vez que se atrevió a burlar los acuerdos en materia de legitimidad e impugnación electoral.
Manejar un autobús o ser el mandadero de quien fuera presidente legítimo y Canciller de hecho, no le da créditos para gobernar, capitanear y dirigir esta nave, que a pesar de los avatares vividos en estos último catorce años, para bien de sus generaciones futuras, aspira tener al volante un venezolano que la lleve con todos su pasajeros al destino deseado; y no al camino pedregoso, de quien nos amenaza todos los días con descarrilar este país hacia una confrontación sin retorno, si seguimos insistiendo en tomar la ruta señalada de la impugnación, que bajará del autobús al único responsable de tantos accidentes y atropellos constitucionales.