Más que un mito, es una realidad. Ver a un felino calcular la altura de algún espacio para lanzarse y, en caso de calcular mal, no hay ningún problema puesto que siempre caerá de pie. ¿A qué se debo esto?
Para llevar a cabo tal respuesta el esqueleto del gato ha desarrollado ciertas propiedades: la espina dorsal es extremadamente flexible y no posee clavícula. Así pues tiene una gran movilidad en sus patas y puede girar el cuerpo con facilidad. Las colas no tienen ninguna función durante el reflejo de enderezamiento. El proceso se basa en la conservación del momento angular y se relaciona básicamente con el uso de sus patas.
Una vez el gato se encuentra a punto de caer, determina visualmente o con el oído interno las orientaciones: abajo y arriba. Luego se curva de modo que su cuerpo rompa la simetría con el eje espacial y recoge las patas delanteras y extiende las traseras, lo que reduce la inercia de la región frontal del cuerpo y aumenta la de la posterior. Entonces ambas zonas giran en sentidos contrarios. Este proceso se produce luego a la inversa. En ocasiones, los gatos realizan estos pasos más de una vez hasta alcanzar los 180 grados necesarios.
Otras características que ayudan a los gatos en sus caídas son la ligereza de sus cuerpos y huesos y que poseen una piel gruesa. Estos elementos disminuyen la velocidad. Por otra parte, pueden extender sus extremidades de modo que hagan resistencia al aire y frenen caída.
DC | BT