Eran de muy buenas familias victorianas pero rompieron los corsés de las asfixiantes convenciones y tuvieron plausibles inquietudes sociales, en la órbita de una izquierda moderada y filantrópica. Ella, Virginia Woolf, en concreto, sufrió lo peor de aquella sociedad, en forma de abusos sexuales, y tuvo que luchar contra todo lo que se oponía a que una mujer desplegara su personalidad. Se convirtió en uno de los mejores escritores (mujeres y hombres) del siglo XX y,aunque no fuera feminista de estricta observancia, su trabajo y alguno de sus escritos siguen siendo una bandera para la causa de las mujeres. Tuvo una vida en parte atormentada que acabó en suicidio. Pero también conoció la felicidad con su marido y aquel grupo de encantadores petulantes que formaron el grupo de Bloomsbury. Tuvo perros, además. Un sobrino suyo murió en la guerra de España defendiendo a la República frente al fascismo. De modo que, frente al clásico título teatral, la pregunta más bien es: ¿quién no quiere a Virginia Woolf?
Su vida, complicada, y su literatura, magnífica, inserta en la revolución que se produce en las primeras décadas del siglo, y en la que también están Proust y Joyce, no han dejado de suscitar atención desde entonces. La última muestra, es la monumental biografía (más de 900 páginas) que le dedica la argentina Irene Chikiar Bauer: ‘Virginia Woolf, la vida por escrito’ (Taurus).
Irene Chikiar ha manejado una bibliografía que se mide por metros para escribir la primera biografía en castellano de Virginia Woolf. Al menos, matiza ella curándose en salud, la primera de esta magnitud y características, y pensada a la vez para un lector común. Desde el comienzo de la introducción, Irene Chikiar define como un desafío el proyecto de descifrar el misterio de la vida de la autora de ‘Al faro’. Por eso, en vez de intentar presentar «una hipotética verdadera Virginia Woolf», ha preferido seguir su vida año a año, aprovechando que «es tanta su producción en cartas y diarios que me dio la pauta para hacerlo así; no hay muchos autores que den esa oportunidad para contar su evolución, sus dudas, sus angustias, sus felicidades».
«Pero con todo eso y con su literatura, siempre se va a escapar algo; pero vamos tratando de atrapar a esa Virginia Woolf escurridiza que dice que nunca se puede conocer a nadie en su totalidad», añade la biógrafa. Se escaparán cosas porque ella «es elusiva y también nos retacea [en Argentina, ‘escatima’] alguna información en cuestiones como su sexualidad».
O sus episodios de ‘llamémoslo-locura’. «Cuando muere la madre, sufre un colapso; con la del padre tiene una crisis muy grande. Sufre otra al poco de casarse. Y al terminar los libros tiene grandes momentos de inseguridad. Esas son crisis relacionadas con sus libros y su repercusión, distintas de las otras, en que escucha voces y tiene alucinaciones», explica Chikiar.
«En lo que no se escapa», añade, «y es de una sutileza implacable, si estas dos palabras pueden ir juntas, es en la captación de lo que son las sensaciones, la sensualidad de las imágenes visuales o auditivas. Su prosa es poesía. No encuentra uno tanta poesía en muchos poetas. Es tan profunda y tan sutil en el análisis de los conflictos de su vida y elabora de forma literaria mucha de su problemática, desde Fin de viaje, en el que habla de las relaciones entre hombres y mujeres y esa imposibilidad de comunicación entre unos y otras».
Por cierto, ¿le gustó el ‘Ulises’? Porque hay opiniones opuestas. «Es ambivalente con el ‘Ulises’, incluso con ‘Retrato de un artista adolescente’. Tiene problemas con los contemporáneos, tiene dudas al no poder leerlos con la limpieza y falta de compromiso con que lee a otros autores. Creo que se fascinó con Joyce por un lado y, por otro, hay cosas que no le interesan. Creo que pudo pensar que Joyce escribía con tanta crudeza porque era hombre, además de porque fue editado en Francia. Son tantas cosas las que hacen que lea a Joyce con condicionamientos… A Proust lo lee de otra manera, lo admira».
El santón Harold Bloom, que ensalza a Virginia Woolf («la persona de letras más completa de la Inglaterra de nuestro siglo»), tiene palabras muy duras para algunas estudiosas suyas: «quiero levantarme en armas contra sus seguidoras feministas… Ha sido engullida por despiadadas puritanas».
«Ésa es la opinión de Bloom», responde la biógrafa de Virginia Woolf. «Pero ella tenía como una profunda encarnación en las cosas de la vida. Hay un punto de vista femenino que a Harold Bloom se le puede escapar. Ella propone que el escritor sea un ser andrógino, con la parte femenina y la masculina, y viene a decir que ella es ese tipo de escritor. Yo, desde luego, no me siento una despiadada puritana. Es cierto que, ya en vida, al leer Virginia Woolf algunas cosas que se escribían sobre ella, no les daba importancia, se burlaba. Ella defiende al lector común frente al académico y su verdad última».
‘Last but not least’, un elemento admirable de su vida y en la de su hermana Vanessa (y, en menor medida, porque lo tenían más fácil, de los varones de Bloomsbury) es el modo en que rompieron con una sociedad encorsetada. Irene Chikiar recuerda dos fotos de Vanessa, separadas por unos pocos años; en una está vestida recatadamente; en la otra, baila desnuda.
En la primera fase de Bloomsbury (1905-1906) nunca se pronunció la palabra sexo, cuenta Leon Edel en su estupenda biografía colectiva titulada como el grupo. Unos años después, el amplio vocabulario erótico, en sus variantes formal y popular, se acomodó en medio de las conversaciones sobre arte y filosofía, sobre la verdad-bondad-belleza. Las reuniones de aquellos jóvenes, libres de la tutela de los adultos, despertaron recelos. Henry James, amigo del padre de Vanessa y Virginia, fue rotundo: «Deplorable, deplorable».
DC|El Mundo.es