Los maestros zulianos, por Luis Acosta

El profesor Jesús Enrique Losada fue uno de los maestros más fino, educado y pulcro que ha tenido el Zulia. Quizás, el maestro Prieto Figueroa fue más académico que Losada, pero este le ganó en integridad educativa. En efecto, Prieto se distinguió mucho como escritor de libros y poesías, mas, su paso político lo desgasto mucho y terminó siendo comunista cuya doctrina siempre fue ajena a nuestros principios cristianos y valores inductivos y humanos, en donde el “partido” lo es todo y la familia poco.

 

Otros maestros libraron batallas importantes en la formación educativa de la juventud, como Hermágoras Chávez, José Escolástico Andrade y el maestro Acurero del Instituto Docente San Luis. El bachiller y maestro Escandela y el maestro Jesus Faría marcaron la aritmética. Igualmente, el maestro Elías Soto era un “taco” en gramática y el bachiller León, formidable en historia y geografía de Venezuela. Todos estos magisteristas se constituían en maestros a tiempo completo y se transformaban en ejemplo para sus discípulos. Así, por los años 50, pocos faltaban a sus clases diarias en las escuelas.

 

El ser maestro se convirtió en una de las profesiones más nobles e interesantes del quehacer humano. Muchos de ellos, se distinguieron al convertirse en verdaderos ductores de bondad y de dedicación profesional. En efecto, durante décadas, se mostraron, por su cariño y amor, como los sustitutos de los padres en las escuelas, sus alrededores y en las mismas calles, tanto que, las acusaciones de los propios padres a través de los maestros, se hicieron normales y los discípulos recibían con cariño y respeto el responso del educador. Estas acciones se mantuvieron vivas hasta la mitad del siglo XX, cuando las nuevas corrientes juveniles las tornan en desobediencia, irrespeto e irreverencias que pasaron a la vanguardia en las composturas domesticas; y, mientras los padres perdían competencia sobre sus hijos, los ambientes públicos se convirtieron en centros atractivos de corruñas y peleas estudiantiles, perdiendo su vigencia el control ejercido desde la Escuela. A eso tenemos que agregar, la descomposición y la deserción escolar, amén de los atrevimientos sexuales y los abusos de muchos maestros que llevaron rápido las vías de perder sus mejores escrúpulos y actitudes.

 

Entonces, es necesario rediseñar los requerimientos curriculares y el pensum de la escuela y la maestría universitarias en la formación del maestro. Además, agregar las asignaturas La Urbanidad de Carreño, la Moral y Cívica, y un libro con el mejor acopio académico que enseñe liderar al maestro sobre un extremo de formación que contenga hartos valores morales y ciudadanos, sublimes y espirituales, que lo ayuden a consolidar su tarea con una triple vocación primaria: Leal y fiel servicio, respeto sublime y amor a la patria.

 

Así pues, el próximo “Día del Maestro”, que ayer paso sin pena ni gloria, por su abandono a los valores institucionales y, sí, su apego a lo político e ideológico, se conmemoren los principios educativos cívicos y morales que forman la ciudadanía integral que son principales y no colaterales.

 

Así pues, ya es hora de que los maestros regresen a su Escuela con fines cívicos definidos y acoplados a los mejores esquemas de enseñanza integrales y patrios, para que los primeros pasos del niño sean los más dirigidos y vigilados, y donde el maestro se devuelva a cumplir la labor de ayudar a los padres en lo sustantivo.

 

Para esta inmensa función, invitamos a un movimiento global, cívico y educativo desde Maracaibo hacia Venezuela y el mundo.

 

DC / Luis Acosta / Artículista

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